lunes, 31 de julio de 2023

5 comportamientos que indican que estás bajo los efectos de la intoxicación emocional

 

Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.


La intoxicación emocional se origina por conflictos personales y emocionales, que afectan directamente a nuestro bienestar psicológico y físico, haciéndonos vulnerables y ocasionando sintomatología como irritabilidad, depresión, inestabilidad emocional, fatiga…

Las causas son diversas, ya que somos seres emocionales en nuestra totalidad pero, en cualquier caso, la intoxicación emocional es la consecuencia de no otorgarnos un tiempo diario para cultivar nuestro interior.

¿Qué comportamientos dan la pista de que sufro intoxicación emocional?

Es probable que te encuentres bajo los efectos de la intoxicación emocional y aún no te hayas dado cuenta. Por ello, lo que hay que hacer es prestar especial atención a los comportamientos que nos resultan displacenteros y que, a pesar de ello, llevamos a cabo.

Con frecuencia mantenemos actitudes que nublan nuestra percepción y nos deterioran significativamente. Hay 5 comportamientos distintos que una persona mantiene cuando está intoxicada, veámoslos a continuación: 

1. Estar de forma constante a la defensiva

Una persona que sufre intoxicación emocional está en modo autoprotección y malinterpreta de forma constante las acciones o palabras de los demás como ataques. De hecho, solo presta atención a ciertas palabras.

Si sientes que estás intoxicado, probablemente te hayas dado cuenta de que tus inseguridades han aflorado y dirigen tu vida. Te vuelves más reactivo y te pones a la defensiva con frecuencia. Tu autoestima está completamente mermada y te sientes vulnerable ante cualquier acontecimiento.

Tus emociones hacen que te bloquees y atiendas selectivamente a lo negativo o lo que crees que te afecta directamente. Esto ocasiona que con frecuencia tuerzas las palabras o los actos de los demás hacia ti, reaccionando de forma agresiva para protegerte de un posible daño que tus emociones te hacen creer probable pero que seguramente solo estará en tu mente. 

 2. Ser excesivamente críticos

 Es difícil tratar con una persona cuando se encuentra intoxicada sobre todo porque se autoimponen la barrera de la intransigencia. No pasan ni una, ni siquiera a sí mismos.

Si sientes que estás intoxicado, es probablemente que, en tu afán por tenerlo controlado, seas demasiado exigente contigo mismo y no te concedas ni un mínimo margen de actuación. Intenta ser más benevolente contigo y con los demás.

3. Sentirnos apagados o poner ante nosotros un muro de piedra

Hay veces que las personas nos damos cuenta de que estamos llenas de emoción y optamos por cerrar las cortinas y protegernos de nuestros propios sentimientos. Por esto es que, cuando a una persona le abruman sus emociones, de alguna forma su vitalidad se desmaya y se encuentra apagada.

Esta es la consecuencia de tener el cerebro inundado por nuestras emociones, que no nos deja pensar con claridad y nos bloquea.

4. Condenar a los demás de forma constante, insultando o menospreciando

Las personas intoxicadas pueden resultar agresivas y peligrosas, en el sentido de que al estar a la defensiva pueden luchar con uñas y dientes por una causa que creen de vida o muerte.

Debido al bloqueo emocional, no responden con claridad ni son capaces de valorar con sensatez a quienes le rodean. Además, les resulta complicado sentir empatía por los demás, dado que están invadidos por emociones que condenan sus sentimientos.

En realidad, si estás intoxicado, puede que te condenes y culpabilices en tu interior, proyectando tus miedos y tus frustraciones en los demás como una vía de escape y liberación.

5. Obstaculizar nuestro avance

Caminar por la vida puede ser dificultoso para una persona intoxicada por sus emociones, pero aún es más complicado plantearse avanzar o no boicotear su progreso o la consecución de sus metas. La única forma de superar este afán de suicidio personal es haciéndonos conscientes de que existe la posibilidad de que hay algo en nuestro interior que alimenta el miedo a lograr nuestros objetivos.

Necesitamos tenerlo todo atado, reatado y mil  veces comprobado. Si estás intoxicado, recuerda que solo hay una persona en este mundo que te impedirá llegar muy alto y esa persona eres tú. Acaba con tus demonios.

Necesitamos tiempo para desintoxicarnos. Y, al igual que tras haber bebido demasiado alcohol, tendremos un período de resaca. La resaca emocional se conforma de culpa, ira continua, dificultad para dormir, tristeza…

No te preocupes, al identificar tus comportamientos y emociones ya has iniciado el proceso de recuperación. Sabiendo esto ya podrás dejar de “beber de las emociones negativas” y comenzarás el proceso de limpieza emocional que tanta falta te hace. Los síntomas desaparecerán y tus sentidos volverán a ser fieles a la realidad.


Dar mucho y recibir poco también cansa

 
Dar y recibir deben estar en equilibrio para que las relaciones sean sanas. Si das más de lo que recibes, sentirás el peso de las consecuencias.

Hay veces que tenemos la sensación de que estamos dando y dando pero, sin embargo, no estamos recibiendo. Esto nos suele ocurrir cuando estamos tristes, pues no obtenemos ningún tipo de recompensa tras el acto de dar y acabamos pensando que el mundo no es merecedor de nuestra dedicación. Porque dar mucho y recibir poco, cansa y desgasta.

Si te ocurre esto, lo mejor es abandonar tu puesto y relegar esas obligaciones que te has impuesto, pues es un intercambio que resulta tóxico para ti y que, por lo tanto, destruye tu saludCuando te cansas de dar mucho sin recibir, puede que, incluso, acabes evitando que alguien te ofrezca ayuda. Así, la falta de reciprocidad se acaba alimentando de una espiral de desencanto y de dolor.

¿Cómo puedo saber si estoy dando demasiado de mí?

Algo va mal si te estás cansando, si te invade la tristeza, la desilusión o el desencanto y si sientes que lo que haces por la otra persona es una carga cuando no debería serlo. Hay personas que pueden chuparnos, literalmente, la energía.

Es probable que ellos no se den cuenta, por eso siempre es recomendable y necesario armarse de valor y aclarar estas cuestiones. También puede que sí que se percate del tema, pero que le interese mantener la situación. Entonces, lo mejor es poner a prueba ese interés dejando de esforzarnos por satisfacer sus necesidades y ver lo que sucede después.

¿Te amas lo suficiente como para dar mucho con justicia cuando estás recibiendo lo mínimo?

No vale de nada luchar contra viento y marea y dar mucho por una persona que no mueve ni un dedo. No sirve ayudar constantemente a alguien con un trabajo que no está interesado en aprender a realizar. No nos hace bien dar sin recibir.

No podemos dedicarnos a los demás y olvidarnos de nosotros. La única gratitud sin la que no podemos vivir es la gratitud a uno mismo, pues es el pilar del amor propio y el cimiento de nuestro crecimiento personal.

Dar mucho para sentirnos bien

Cuando ayudamos a alguien le estamos ofreciendo una parte muy importante de nosotros. Esto nos enseña a apreciarnos, por lo que es esencial cuidar esta parcela de nuestra vida.

Obviamente, no vamos a dar ni a agradecer nada a quien se está aprovechando de nosotros. Eso nos haría sentir necios, a la vez que resulta peligroso para nuestra autoestima y nuestro bienestar.

Por otra parte, dicen que nunca es suficiente el agradecimiento a aquel que no te abandonó en los malos momentos. Por eso, ofrecer buenas palabras, buenos sentimientos, buenos actos y buenos pensamientos para quien nos ayudó en algún momento es muy relevante, ya que esto nos ayudará a recordar el valor de la bondad y del ofrecimiento a los demás.

El poder de la reciprocidad y de la gratitud

La verdad es que podemos agradecer lo que los demás hacen por nosotros de muchas maneras. Podemos hacerlo con una simple sonrisa, con unas palabras o con nuestras acciones. Lo que está claro es que el agradecimiento es siempre una forma de dar o de corresponder por algo que hemos recibido.

La reciprocidad sana es aquella que tiene como base un intercambio que responde a la gratitud. Ofrecer un gracias o cualquier otro acto de recompensa es reconocer que la persona a la que tenemos delante hizo algo que nos produjo felicidad.

El agradecimiento es un importante pilar para nuestro bienestar y para nuestra salud. Su ausencia nos duele y nos frustra, llegando a crear una espiral de lamentos y de quejas que nos hará sentirnos tristes y desilusionados.

Agradecer y ser receptores de gratitud nos hace sentir personas válidas y merecedoras de amor, lo que mantiene nuestra autoestima y nuestro bienestar emocional en buenas condiciones. Tanto en los buenos como en los malos momentos nos reconforta y nos impulsa a seguir dando y, por supuesto, a seguir queriendo recibir.


¿Por qué me decepcionan las personas?

 ¿Por qué razón nos acaban decepcionando muchas de las personas que conocemos? ¿Es responsabilidad nuestra, quizá? ¿Ponemos unas expectativas demasiado altas en la gente? Estas son algunas respuestas al respecto.

¿Por qué me decepcionan las personas? ¿Por qué si siempre doy todo por los demás me acaban fallando? Son muchos los que se plantean estas cuestiones suspendidos en la tristeza, en el laberinto de esa frustración constante que no encuentra salida ni solución. Son estados psicológicos muy dolorosos en los que uno puede llegar incluso a dejar de relacionarse por temor a vivir la misma experiencia.

A pesar de que sea muy común escuchar en estas situaciones la recurrida frase de que «a cada decepción le llega su olvido», en realidad, esta premisa es completamente falsa. Las decepciones no se olvidan, dejan poso y arañazos en el corazón. Bien es cierto que hay quien gestiona mucho mejor estas vivencias y pasa página rápido. Sin embargo, abundan los que quedan encallados. Oxidándose durante años por esas emociones que carcomen.

¿Cuál es el origen de estas situaciones? ¿Es la raza humana la que, en general, no sabe cuidar  de las relaciones y se excede en el egoísmo? ¿O es quizá responsabilidad nuestra por ser excesivamente confiados?

¿Por qué me decepcionan las personas? Razones que debes conocer

Cada uno de nosotros tenemos unos valores, unos pilares sobre los que construimos nuestra percepción del mundo, de lo que es el amor, el respeto, la amistad e incluso el sentido común. Asumimos, a su vez, que no todos van a sintonizar con cada punto de ese repertorio interno. Aceptamos que es imposible estar de acuerdo al 100 % con todo aquel que conocemos o forma parte de nuestra vida.

Sin embargo, exigimos respeto. Esperamos, al menos, confianza y autenticidad. Y en muchos casos, este principio de convivencia no se cumple. Así, quien más y quien menos cuenta en su repertorio de experiencias con alguna decepción. Es ley de vida. Sin embargo, están quienes las sufren de manera periódica, quienes no dejan de tropezar una y otra vez con esa dolorosa piedra en el camino.

¿A qué puede deberse?

Exceso de confianza: la hipocresía es el estado natural de la mente humana

Podríamos decir que para navegar un poco mejor entre nuestras relaciones, no deberíamos depositar de inmediato toda nuestra confianza en quien acabamos de conocer. El psicólogo evolutivo Robert Kurzban nos explica algo muy interesante

  • Hay una parte de la mente que tiene sus valores, sus opiniones ideológicas. Sin embargo, también hay otra orientada en exclusiva a seducir a las personas. Queremos caer bien, integrarnos, lograr amigos y conquistar a quien nos atrae. Y, para ello, no dudamos en dejar caer pequeñas mentiras o en recurrir a la hipocresía.
  • A medida que avanza la relación, se desvela el auténtico carácter y, de pronto, podemos descubrir que esa persona que hemos conocido no comparte ni uno solo de nuestros valores.

Lo más adecuado en todos los casos es ser prudente. No hay que dejar en corazones ajenos toda nuestra confianza casi al segundo. Debemos observar a las personas en las pequeñas cosas, en los pequeños actos.

La raíz de todo sufrimiento: las altas expectativas

Ya lo decía William Shakespeare, la raíz de todo sufrimiento son nuestras elevadas expectativas. Por tanto, todo aquel que se pregunte “¿por qué me decepcionan las personas?” debe indagar en sí mismo y detectar cuán altas son sus expectativas sobre los demás

En muchos casos, reducir el calibre de su altura nos permitirá vivir un poco mejor, sin esperar de manera constante a que el resto de personas sean como uno quiere, como uno ansía y necesita.

El sesgo hacia las relaciones dolorosas

A veces sucede. Hay personas con tendencia a iniciar relaciones de pareja o amistad con el mismo perfil de personalidad. Uno excesivamente nocivo. Por ejemplo, los hombres y mujeres con elevada empatía y con el clásico síndrome de Wendy (necesidad de cuidar y ser útil a los demás) derivan en muchos casos en vínculos con narcisistas.

Esto es algo que se da con excesiva frecuencia: nuestro tipo de personalidad puede encajar con quien menos nos conviene. Todo ello se debe a carencias no atendidas, a esa baja autoestima que nos empuja a sentirnos atraídos por personas con quien nos sentimos visibilizados. Hasta que llega un momento en el que nos damos cuenta de la realidad, de la manipulación, del engaño, del desgaste sufrido.

¿Por qué me decepcionan las personas? No siempre vamos a poder recibir lo mismo que damos

Todos conocemos lo que significa el término reciprocidad: correspondencia mutua, recibir lo mismo que aquello que uno ofrece. Bien, asumir esto al pie de la letra puede ocasionarnos elevados sufrimientos. La mayoría esperamos de los demáscomo mínimo, una equivalencia absoluta entre lo invertido y lo correspondido. 

Sin embargo, debemos tener claro que las relaciones no son transacciones comerciales. Si a lo largo de nuestra vida nos preguntamos de manera constante “¿por qué me decepcionan las personas?”, tal vez debamos reformular el auténtico significado de lo que es la reciprocidad:

  •  La reciprocidad es, por encima de todo, permitirme recibir lo que otros quieran darme, disfrutando de ello.
  • Es un acto de libertad en el que cada uno decide cuándo dar, cómo y en qué cantidad.
  • Es decir, puede que estés cada día preocupándote por ese amigo y, sin embargo, él no te responda a tus mensajes o quizás sea de los que no les guste quedar con tanta frecuencia como deseas y esperas. Sin embargo, en los momentos difíciles, ese amigo acude al instante y sin dudarlo.
  • Es necesario, por tanto, asumir un enfoque más relajado. No midamos de manera milimétrica todo lo que ofrecemos esperando exactamente lo mismo. Hacerlo nos abocará a sufrir decepciones constantes.

Para concluir, aceptar que las decepciones forman parte del viaje de la vida es algo esencial. Sin embargo, es más saludable para nosotros aprender a reducir las expectativas y ser un poco más cautos a la hora de regalar nuestra confianza. La prudencia es siempre buena compañera. Tengámoslo presente.