viernes, 31 de diciembre de 2021

La contabilidad emocional en las inversiones

 Todo el mundo sabe por experiencia que perder dinero duele. De hecho, sabemos intuitivamente que la sensación negativa que genera una pérdida es mayor que la sensación positiva que genera una ganancia de igual magnitud. Este fenómeno fue analizado por los psicólogos israelíes Kahneman y Tversky en su “teoría de las perspectivas” en 1979. Ellos Lllegaron a estimar que las pérdidas nos producen el doble de dolor que la alegría que nos generan las ganancias de igual magnitud. Es decir, que el malestar de ir por la calle y perder 50 € no equivale a la alegría de ir por la calle y encontrarse 50 €; tendríamos que encontrarnos 100 € para sentir el mismo impacto emocional. Esta asimetría en las emociones es un sesgo de la conducta humana llamado aversión a las pérdidas y es especialmente notable en el terreno de la inversión.

Esta diferencia entre las sensaciones que provocan las ganancias y las pérdidas no es anecdótica; puede tener un impacto muy real en la rentabilidad que obtenemos. Nos puede hacer vender y materializar las pérdidas, es decir transformar una pérdida teórica en real. Sin embargo, debemos saber que estas pérdidas son parte de un camino en el que a largo plazo sí que generaremos beneficios. Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer para lograr esto último? Idealmente, evitar consultar la evolución de nuestra inversión con mucha frecuencia.

¿Cada cuánto debo mirar cómo va mi fondo?


Correos lanza su mayor oferta pública de empleo - Cinco Días

 Correos ha anunciado la mayor oferta pública de empleo de la compañía en las últimas décadas, que permitirá el ingreso de 5.377 personas para trabajar con contrato indefinido en sus diferentes categorías operativas, que incluyen el reparto, clasificación y atención al cliente.16 dic 2021

Cubrirán puestos de reparto, agente-clasificación y atención al cliente

Correos ha comunicado este jueves la apertura de una convocatoria de empleo para un total de 5.377 personas, que entrarían en la compañía pública como personal laboral indefinido en puestos de reparto, agente-clasificación y atención al cliente, que forman parte del grupo profesional IV. 

"Esta convocatoria es la mayor oferta pública de empleo de la compañía en décadas", afirma Correos en un comunicado, que explica que con esta convocatoria refuerza su apuesta "por el empleo estable y el desarrollo profesional de sus empleados y empleadas".

La compañía aún debe hacer públicas las bases generales del proceso. Estas seguirán los principios de "publicidad, mérito, capacidad e igualdad de trato a mujeres y hombres". El temario será puesto a disposición del público general en el primer semestre de 2022, y posteriormente lanzará la oferta a nivel provincial, abriendo el plazo para la presentación de las solicitudes. Las pruebas de acceso se llevarán a cabo, "previsiblemente", dice Correos, en noviembre. 

Tal y como detalla el convenio colectivo de la compañía postal, las tareas del personal encuadrado en el grupo profesional IV consisten en "la ejecución de operaciones que, aun cuando se realicen bajo instrucciones precisas, requieran adecuados conocimientos profesionales y aptitudes prácticas y cuya responsabilidad está limitada por una supervisión directa o sistemática".

Los requisitos mínimos de formación son un título de la Educación Secundaria Obligatoria, graduado escolar o "titulación oficial que la sustituya"; o "conocimiento, experiencia y aptitudes, adquiridos en el desempeño de su profesión equivalentes a esta titulación".

Los sueldos anuales entre las distintas subcategorías encuadradas en este grupo laboral van desde los 18.370 euros para la de agente-clasificación 2, incluidas pagas extra y complementos (sin incluir festivos), hasta los 21.889 euros de atención al cliente 1. A continuación se desglosan todas las subcategorías y salarios objeto de la oferta de empleo, según las tablas contempladas en el convenio colectivo de Correos:



Bicarbonato para blanquear la ropa

 La buena noticia es que el bicarbonato de sodio sirve para blanquear la ropa y es una de las opciones para mantenerlas como nuevas por más tiempo. Llena un balde con agua hirviendo y agrega una cucharada de sal y una cucharada de bicarbonato de sodio. Lava la prenda con esta mezcla y enjuágala bien con agua limpia.

Hacer la colada no es sinónimo de contaminar, o, por lo menos, ¡no debería serlo! Y menos aún retirar manchas o recuperar el blanco de las prendas, tarea que se ha llevado a cabo durante siglos con fórmulas naturales. Descubre tú también cómo blanquear la ropa con bicarbonato sódico o percarbonato de sodio de forma sostenible.

Blanquear prendas en general

Cuando vayas a poner la lavadora, incorpora una taza y media de bicarbonato junto al detergente (que también puede ser natural, como en el caso del percarbonato sódico). Pero recuerda que el bicarbonato blanquea las prendas, por lo que mejor no lo utilices sobre prendas de color. 

Quitar una mancha

Además de blanquear la ropa blanca con bicarbonato, este es, sin duda, uno de sus usos más habituales.

Comienza haciendo una pasta con una cucharada de bicarbonato y otra de agua y aplicándola sobre la mancha directamente.

Deja actuar la mezcla unos minutos (en caso de que sea por óxido, déjala 1 hora) para que el bicarbonato penetre en la tela y luego retírala (frota un poco en caso de que todavía queden restos). 

Blanquear ropa con percarbonato

Esta sustancia natural es incluso más potente como blanqueador que el bicarbonato. Además, también puede utilizarse para retirar manchas de todo tipo (incluso de vino, café o fruta) de ropa de color. Incluso puede serte útil para limpiar o aclarar diferentes superficies de tu hogar.

Blanquear ropa con percarbonato

Esta sustancia natural es incluso más potente como blanqueador que el bicarbonato. Además, también puede utilizarse para retirar manchas de todo tipo (incluso de vino, café o fruta) de ropa de color. Incluso puede serte útil para limpiar o aclarar diferentes superficies de tu hogar.



jueves, 30 de diciembre de 2021

El Mediterráneo, segunda zona del mundo más afectada por el cambio climático

 

  • La única región que supera al mar Mediterráneo es la Antártida.
  • El 82% de los ciudadanos ven el cambio climático como el mayor desafío en los próximos 20 años.
  • Los tornados que han dejado un centenar de muertos: ¿es el cambio climático responsable? ¿se avisó a tiempo?
  • El Mediterráneo es la segunda región del mundo más afectada por el cambio climático, solo superada por la Antártida, según ha asegurado este lunes el secretario general adjunto de la Unión por el Mediterráneo (UpM), Isidro González.

    González ha hecho estas afirmaciones en la presentación del informe "Impactos socioeconómicos del cambio climático en el Mediterráneo", encargado por la Fundación PRIMA y el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMeD), en el auditorio del IEMeD en Barcelona.

    El estudio aborda, a través de cuatro ejes principales, los efectos perjudiciales del cambio climático en el Mediterráneo con el objetivo de tratarlo desde una perspectiva multidisciplinar.

    En la presentación, la profesora de investigación de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) y una de las autoras del texto Victoria Reyes-García ha señalado la importancia de tratar la problemática del cambio climático desde una visión más amplia.

  • “En el Mediterráneo ha habido interacciones y evoluciones de las distintas sociedades humanas con el entorno que han creado la biodiversidad actual”, ha explicado.

    Un claro ejemplo, según Reyes-García, es el caso de Sierra Nevada, donde el curso del agua fue modificado con las canalizaciones humanas y, como consecuencia, se ha generado la biodiversidad existente hoy en día.

  • En este sentido ha apuntado el término “sistema socio-ecológico”, donde todo está “conectado”, incluso con el “sistema humano”.

    Otro de los autores y el fundador y gerente del grupo de investigación y asesoramiento Skill Partners, Alain Safa, ha expuesto los impactos socioeconómicos del cambio climático en el agua, la agricultura y la alimentación.

    De acuerdo con el investigador, "el cambio climático está influyendo negativamente tanto en la agricultura como en la pesca de los países de la cuenca mediterránea", lo que tiene un efecto directo en la alimentación.

    Safa ha señalado que es “una responsabilidad internacional, regional y colectiva” tratar de encontrar soluciones a este “existente” problema.

    De hecho, el estudio destaca la necesidad de colaborar entre investigadores expertos en distintos aspectos del cambio climático y tener en cuenta la complejidad de la temática.

    La investigadora del Centro de Investigación Internacional sobre Desarrollo y Medio Ambiente (ZEU) de la Universidad de Giessen (Alemania) Elena Xoplaki ha detallado los distintos desafíos y retos que se encuentran los expertos para evaluar los impactos del cambio climático en el Mediterráneo.

    Para Xoplaki, se tiene que mejorar la metodología para lograr datos de manera sistemática y coordinada entre países, ante la falta de "evidencias empíricas".

    Con el objetivo de aportar una visión más amplia de la problemática, también ha participado en el estudio el catedrático de Ciencias políticas, instituto de gobierno y políticas públicas de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Joan Subirats.

  • "Aunque estamos ante un problema que parece evidente, como es el cambio climático, al mismo tiempo nos encontramos en una situación de parálisis en la actuación", ha explicado Subirats.

    El experto en políticas públicas ha destacado que no hay "un consenso social" sobre el cambio climático y, por tanto, "hay una gran discusión sobre los instrumentos que se deben utilizar para frenarlo".

  • En este sentido, Subirats ha afirmado que se debería ser capaz "de generar visiones compartidas y evitar políticas regulativas", basadas en "la prohibición".

    Ha expuesto que "en el caso medioambiental, si se aplica una política regulativa, la gente no verá el beneficio hasta pasado cierto tiempo, pero los afectados saldrán rápidamente a protestar en contra de la medida".

    Subirats ha apuntado que en el Mediterráneo es aún más complicado aplicar cualquier política por todas las diferencias existentes entre territorios.

    En el acto, también ha participado el secretario de Acción Exterior del Govern de Cataluña, Gerard Figueras, que ha mostrado el compromiso de esta comunidad para "tratar de frenar el cambio climático con políticas e iniciativas públicas”.



Este calentador eléctrico, que arrasa en Amazon, da tres horas de calor con solo tres minutos de carga

 

El aparato, que suma más de 3.300 valoraciones en esta tienda ‘online’, dispone de un termostato que lo desenchufa automáticamente para evitar sobrecargas

El abanico de opciones para calentar la casa durante el invierno es, en realidad, tan amplio como a uno le apetezca. Aprovechando el frío intenso que va a acompañarnos los próximos meses, en Showroom hemos llegado a darte desde trucos para ahorrar en calefacción hasta métodos más tradicionales, de los de toda la vida, en forma, por ejemplo, de manta eléctrica. Aquí, precisamente, nos vamos a quedar. Porque si este tipo de artículos permanecen con nosotros desde generaciones atrás será por algo.

Hablamos, por si todavía no has caído, de los llamados calientacamas. En concreto, de este calentador eléctrico de bronce disponible en Amazon, donde tiene una nota media de 4,1 sobre 5 y acumula más de 3.300 valoraciones de los usuarios de esta tienda online. Perfecto para los más frioleros, el aparato es muy práctico y tras apenas tres minutos enchufado a la corriente es capaz de proporcionar más de tres horas de calor. Además, dispone de un indicador de carga y un termostato de seguridad para evitar sobrecargas.

CALIENTA MÁS DE TRES HORAS CON TRES MINUTOS DE CARGA

Este calentador eléctrico de la marca Art Line está fabricado en bronce e incorpora una carcasa de hojalata dorada que cubre el núcleo. El aparato, que tiene una potencia de 550 vatios y 220 voltios, requiere tan solo de un tiempo de carga de tres minutos para un período de retención de calor de más de tres horas. De esta forma, este artículo resulta perfecto para esos días de invierno en los que cuesta meterse en una cama con las sábanas poco menos que heladas. “Es el segundo que compro. Lo utilizo en contadas ocasiones, pero es muy práctico. Se calienta enseguida y da calor durante horas”, explica Carmen, usuaria de Amazon. “Gastando poca energía da mucho calor. Estoy muy contenta, es ideal para la cama o el sofá”, coincide Esther, cliente de esta tienda online.

La seguridad desempeña un papel fundamental en este tipo de dispositivos y por eso el calentador está equipado con un indicador luminoso que se enciende cuando la carga de calor se ha completado. Además, el aparato también incluye un termostato que corta la corriente cuando se sobrepasan los cinco minutos de carga con el objetivo de evitar un sobrecalentamiento u otro tipo de imprevistos. “¡Genial! Lo enchufas tres minutos a la red, lo desconectas y te proporciona cuatro o cinco horas de calor dentro de la cama (o donde quieras)”, detalla Pau, comprador en la misma web. “Bueno, bonito y barato. Lo tienen muchos familiares y lo utilizan para calentar el interior de la cama cuando el invierno aprieta y la humedad se hace sentir como bloques de hielo”, asegura Gonzalo, que ya lo ha probado.

CON BOLSA DE ALGODÓN PARA LLEVARLO A DONDE QUIERAS

El calentador debe utilizarse con una bolsa de algodón de color naranja que viene incluida en la compra. De esta manera, se evitarán quemaduras tanto en la piel como en la ropa de cama u otros textiles. La bolsa, además, sirve también para guardar el aparato cómodamente cuando no se vaya a usar y evitar que se deteriore. “¡Es la leche! Calienta que te abrasa, pero con su funda el calor es muy agradable”, celebra otro usuario de Amazon que ha dado al producto una valoración de cinco estrellas. “Hay que usarlo en la bolsita de tela que trae, ya que si no sí que quema”advierte Iván, que recomienda este producto.

Con un peso de menos de un kilo y unas medidas de 19 x 19 x 5 cm (largo x ancho x alto), el calentador se puede mover fácilmente de una habitación a otra e, incluso, llevárselo de viaje, lo que lo convierte en una herramienta muy práctica durante las semanas venideras, de frío intenso. “Comodísimo. Lo puedes llevar a cualquier lado, se calienta enseguida y dura mucho caliente. Una maravilla”, resume Mertxe, que también ha otorgado al aparato la máxima puntuación.

¿QUÉ ES UN CALIENTACAMAS?

Como su propio nombre indica, un calientacamas es un dispositivo calentador eléctrico que se utiliza para evitar que, sobre todo en invierno, la ropa de cama (aunque también sofás o sillones) no esté fría en el momento de irse a dormir.

CÓMO CALENTAR LA CAMA ANTES DE DORMIR

La forma de utilizar un calientacamas es muy sencilla: simplemente habrá que colocarlo, una vez se haya calentado, entre el colchón y la sábana bajera de la cama para evitar que entre en contacto directo con la piel y evitar así posibles quemaduras.

¿CUÁNTO DURA UN CALIENTACAMAS?

La vida útil de un calientacamas se estima que es de unos cinco años, aproximadamente, por lo que pasado ese tiempo tendremos que sustituirlo por uno nuevo con el objetivo de prevenir accidentes en casa (sobrecargas, sobrecalentamientos, cortes de corriente, etcétera).

CALIENTACAMAS O MANTA ELÉCTRICA: ¿QUÉ ES MEJOR?

Si has llegado hasta aquí, habrás comprobado que el calientacamas funciona de manera similar a una manta eléctrica. Entonces, la respuesta tiene que ver más con los gustos de cada uno porque ambos productos son eléctricos y tienen un último fin. Mientras que la manta eléctrica la podrás usar en más sitios como el sofá o un sillón y es muy parecida a una convencional, el calientacamas no es tan versátil y quizás sea más costoso de instalar si se pretende ubicar en otro lugar que no sea la cama. Elijas el que elijas, eso sí, te recomendamos que los dos artículos dispongan de una función de apagado automático para anticiparse a cualquier imprevisto relacionado con sobrecargas.

*Todos los precios incluidos en este artículo están actualizados a fecha 28-12-2021.



El universo se muere

Hace más de dos décadas, el telescopio espacial ‘Hubble’ nos comenzó a mostrar el destino de las estrellas, las galaxias y, por extensión, del universo. No es nada halagüeño, nuestro universo se diluye sin remedio

El universo se muere. Una o varias cosas han estado conspirando para matarlo. Y nuestra galaxia, la Vía Láctea, está moribunda, no se libra. El proceso no es nuevo, empezó hace bastante tiempo, pero parece irremediable. Es el fin del universo tal y como lo conocemos, parafraseando la canción de REM. Nos encaminamos, muy muy lentamente para las escalas de tiempo que maneja la humanidad, pero sin vuelta atrás, al ocaso de nuestro universo que dará paso a otro completamente diferente, que podríamos calificar de bastante hostil y oscuro para lo que nos gusta. Lo explicamos.

Algunos datos. El Universo tiene unos 14.000 millones de años de edad. Hoy se sabe que ya existían galaxias cuando el universo solo tenía unos 400 millones de años o un 3% de su edad actual. Desde entonces, las galaxias y las estrellas que las forman han dominado el cosmos durante casi toda su existencia. Más datos: la Vía Láctea, una galaxia normalita que contiene unos 100.000 millones de estrellas, hoy por hoy forma aproximadamente una estrella como el Sol cada año. ¿Eso es mucho o poco?

En astrofísica, en física en general, y casi diría que en la vida, lo mejor es afrontar un problema haciendo primero lo que los anglosajones llaman una cuenta en el reverso de un sobre y nosotros solemos llamar la cuenta de la vieja, es decir, operaciones sencillas pero que encierran también mucho conocimiento y sabiduría. Luego ya puedes hacer cosas más complicadas, pero una primera estimación de lo que involucra un problema siempre ayuda a resolverlo. Por ejemplo, sin necesidad de saber física, si quisiéramos saber cuánto tardaríamos en coche, a una velocidad media de 100 kilómetros por hora, en llegar de Madrid a Valencia, que distan unos 360 kilómetros, dividimos una cantidad entre otra y nos da 3,6 horas. Esa es la distancia que me separa ahora mismo de un arroz como mandan los cánones. Si lo aplicamos a la Vía Láctea y hacemos la cuenta de la vieja: al ritmo actual de una estrella tipo Sol por año, tardaríamos 100.000 millones de años en formar todas las estrellas de nuestra galaxia. ¡Pero el universo es mucho más joven que eso! Una cuenta sencilla nos está diciendo algo muy importante sobre el universo.

En dos segundos y con una simple división (y unos datos que me he sacado de la manga, esa es la sabiduría y la experiencia del viejo), concluimos que la historia de nuestra casa debió ser mucho más interesante en el pasado. De hecho, la mayor parte de las galaxias que nos rodean dejaron atrás su época de esplendor hace bastante tiempo. Es más, para las galaxias más grandes que conocemos, como la gigantesca Messier 87, casi 100 veces más grande que la Vía Láctea, más del 90% de sus estrellas se formaron en el primer 20% de la vida del universo, y desde entonces esta galaxia está bastante parada, muerta decimos los astrofísicos. Por analogía con una persona que vive 80 años, todo lo que hizo esta galaxia lo concentró antes de cumplir los 17; vivió a tope y luego se dejó llevar, al menos en lo que a la formación de estrellas se refiere.

Y si ahora consideramos no ya una o dos galaxias sino todas las que existen (he aquí el trabajo del día al día del astrofísico extragaláctico: considerar todas las galaxias que existen a pesar de no haberlas visto todas o incluso si el universo fuera infinito), podemos decir que el universo estaba mucho más vivo hace 9.000 millones de años que hoy, era mucho más interesante cuando tenía menos de la mitad de la edad que tiene ahora. En esa época se formaban estrellas en el universo 20 veces más rápido que hoy, abundaban los agujeros negros supermasivos que crecían y crecían tragándose gas, estrellas, planetas y lo que pillaran por delante. Quizás esos monstruos son los responsables de matar las galaxias, o de envenenarlas para que mueran poco a poco. El hecho es que desde esa época la actividad cósmica de formación de estrellas y galaxias no ha dejado de decaer. En otras palabras, hace tiempo que las galaxias ya no son lo que eran, su actividad está bajando irremediablemente y ya no forman estrellas en abundancia, como en el pasado, así que se precipitan hacia su extinción.

Esta crisis galáctica es algo que aprendimos hace tan solo 25 años, nos lo enseñó el Hubble y desde entonces hemos estado estudiando los detalles del galacticidio con detenimiento. Ahora, con el lanzamiento del nuevo telescopio espacial, el James Webb, que ya ha sido recargado de combustible para ser lanzado en unos días, seguiremos indagando por qué el universo se está muriendo, buscando al o a los culpables.

Quizás me he dejado llevar por mi antropocentrismo cuando hablé de que el universo se muere. Algo parecido hacemos con el cambio climático, que no acabará con el planeta, sino que se cargará nuestras vidas tal y como las conocemos (ojalá reaccionemos y no sea así). El universo no se va a terminar tampoco porque las galaxias y las estrellas desaparezcan. Simplemente, algo está acabando con ellas. Quizás los agujeros negros supermasivos, o quizás la energía oscura. El hecho es que, como en La historia interminable, la Nada está arrasando todo y no hay Atreyu ni Bastián que la pare. La luz se extingue. La edad de las estrellas acabará y de ella se pasará a un nuevo universo, diferente, más oscuro, frío, dominado por energías que nos parecen extrañas y que ni siquiera conocemos, más hostil para la humanidad, que se habrá extinguido o evolucionado enormemente para cuando llegue el momento.

Pablo G. Pérez González es investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA)

Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre “vacío cósmico” hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de un átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La sección la integran Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología; Patricia Sánchez Blázquez, profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM); y Eva Villaver, investigadora del Centro de Astrobiología.






El agujero de la capa de ozono da una lección para el cambio climático

 

La prohibición de los clorofluorocarburos evitó un nuevo agujero en el Ártico y niveles excesivos de radiación en buena parte del planeta

Hace 30 años, en mayo de 1985, investigadores británicos anunciaron algo extraordinario: se había abierto un enorme agujero en la capa de ozono sobre la Antártida. Entonces, pocos sabían qué eran los clorofluorocarburos (CFC). Solo unos cuantos científicos conocían que estos compuestos químicos estaban debilitando la protección que el ozono atmosférico ofrece contra la radiación ultravioleta del Sol. Sin embargo, la alarma fue tal, que los gobiernos del mundo tardaron apenas dos años en prohibir los CFC con el Protocolo de Montreal. Ahora, un estudio muestra qué habría pasado si los políticos hubieran tardado tanto como ahora hacen con el cambio climático.

Ya casi nadie se acuerda del agujero de la capa de ozono. Aunque cada primavera austral, regresa sobre el cielo de la Antártida, es un problema que está yendo a menos y desaparecerá con el tiempo. Pero hace 30 años, su aparición disparó la primera gran acción global contra un problema que habían generado los propios humanos.

"Sin el Protocolo de Montreal, el planeta habría experimentado un mayor debilitamiento de la capa de ozono. En unas pocas décadas, esta reducción podría haber sido catastrófica, con unos niveles de radiación ultravioleta sobre la superficie mucho mayores", dice el profesor de la Universidad de Leeds (Reino Unido), Martyn Chipperfield, coautor de un estudio que imagina cómo sería la situación si no se hubieran prohibido los CFC.

Usados desde comienzos del siglo pasado, los CFC, compuestos formados por hidrocarburos a los que se les añade cloro, flúor o bromo, eran fundamentales para la vida moderna. Eran el gas que enfriaban los refrigeradores, sacaban la espuma del bote de afeitar o dispersaban el desodorante. Entre sus ventajas tenían su supuesta condición de inertes, incapaces de desencadenar una reacción química al unirlos con otros elementos. Pero se equivocaban.

Apenas 10 años antes de su confirmación empírica en la Antártida, el mexicano Mario Molina y el estadounidense Frank Sherwood Rowland descubrieron que los elementos de los CFC no eran tan inertes. En junio de 1974 publicaron un artículo en Nature explicando cómo, a pesar de su relativo mayor peso, estos compuestos liberados en el aire acababan en las partes altas de la atmósfera. Allí, la acción de la radiación ultravioleta los descomponía, liberando el cloro. En una enloquecida reacción en cadena, el cloro reducía las moléculas de ozono (O3) para convertirse en óxido de cloro. Un solo átomo puede descomponer 100.000 moléculas de ozono.

Sin la prohibición de los CFC habría dos agujeros, uno en la Antártida y el otro en el Ártico

La relevancia del ozono reside en que frena hasta el 90% de la radiación ultravioleta y buena parte de la infrarroja, haciendo de filtro solar. Aunque las nubes y los aerosoles en suspensión también juegan su papel, sin el ozono, la vida en la superficie de la Tierra sería casi imposible. El descubrimiento de Molina y Sherwood fue tan relevante que fueron recibidos por una comisión del Congreso de EE UU ese mismo año. Iniciaron entonces una campaña para concienciar a la sociedad de los peligros de estos gases. 20 años después, en 1995, recibieron el premio Nobel junto a su colega Paul Crutzen.

El estudio de Chipperfield y sus coelgas, publicado en Nature Communications, imagina que nunca existió el protocolo de Montreal. Toman como punto de partida la situación previa a su redacción, en 1986. Con el desarrollo económico, suponen un incremento en el uso de los CFC muy modesto, de un 3% anual. Sobre esta base, modelaron cómo sería el agujero de la capa de ozono en la Antártida.

De no haber hecho nada, el agujero sería hoy un 40% mayor de lo que lo fue en 2008, cuando se produjo el pico en su extensión, con unos 25 millones de kilómetros cuadrados de área. Además, el agujero se abriría meses antes y duraría más tiempo. También, su altura sería mayor. Pero lo más relevante es que no habría un agujero en la capa de ozono, sino dos. Cada año, en el Ártico también se produce un debilitamiento de la capa de ozono, pero solo en los años más fríos la reducción es tal que el ozono casi desaparece dejando el camino abierto a la radiación. Según este estudio, en el Ártico, el hoyo sería tan habitual y casi tan grande como hoy lo es en la Antártida.

El estudio de Chipperfield y sus coelgas, publicado en Nature Communications, imagina que nunca existió el protocolo de Montreal. Toman como punto de partida la situación previa a su redacción, en 1986. Con el desarrollo económico, suponen un incremento en el uso de los CFC muy modesto, de un 3% anual. Sobre esta base, modelaron cómo sería el agujero de la capa de ozono en la Antártida.

De no haber hecho nada, el agujero sería hoy un 40% mayor de lo que lo fue en 2008, cuando se produjo el pico en su extensión, con unos 25 millones de kilómetros cuadrados de área. Además, el agujero se abriría meses antes y duraría más tiempo. También, su altura sería mayor. Pero lo más relevante es que no habría un agujero en la capa de ozono, sino dos. Cada año, en el Ártico también se produce un debilitamiento de la capa de ozono, pero solo en los años más fríos la reducción es tal que el ozono casi desaparece dejando el camino abierto a la radiación. Según este estudio, en el Ártico, el hoyo sería tan habitual y casi tan grande como hoy lo es en la Antártida.

Europa, EE UU y Australia sufrirían niveles de radiación potencialmente cancerígenos

En este escenario ficticio pero no inventado, las latitudes subpolares también sufrirían los efectos de la reducción de la capa de ozono. Debido a que los CFC perduran en la atmósfera varias décadas, hoy, la capa de ozono sobre Europa, Estados Unidos o Australia es un 4% menor que la que existía a mediados del siglo pasado. Por eso son tan habituales las noticias sobre la mayor incidencia del cáncer de piel en estos años.

En un mundo sin el protocolo de Montreal, ese porcentaje podría superar el 15%. Una reducción tal afectaría sin duda a las cifras de cáncer. Aunque no es el objetivo del estudio, sus autores también recuerdan que un exceso de radiación alteraría procesos básicos para la vida como la fotosíntesis. En los polos, además, está relacionado con el aceleramiento del deshielo. Incluso en los trópicos, donde la mayor temperatura en la estratosfera minimiza la reacción entre el cloro y el ozono, la capa protectora se habría reducido hasta en un 5%.

Una lección para el cambio climático

"El protocolo de Montreal es probablemente el mejor ejemplo de cómo la cooperación internacional puede solucionar problemas ambientales globales. Cuando se firmó, en 1987, no se conocían aún a fondo las causas del debilitamiento de la capa de ozono", recuerda Chipperfield. "Sin embargo, se basó en el principio de precaución: ya que no comprendemos del todo las consecuencias, debemos ser cuidadosos con lo que hacemos. Podría ser una buena lección en el debate sobre el cambio climático", añade.

Aquel protocolo acabó siendo firmado por todos los países del planeta. En sucesivas revisiones se ha ido ajustando ante la aparición de nuevos compuestos. Pero las premisa básicas, la precaución, la vigilancia, la prohibición y el obligado cumplimiento se han mantenido.

Como ahora, "entonces también hubo un negacionismo del ozono", recuerdan desde Greenpeace

"Como sucede ahora, entonces también hubo un negacionismo del ozono", recuerda el responsable de energía y cambio climático de Greenpeace, José Luis García. Recién salido de la universidad, García se metió en eso del ecologismo con la campaña contra los CFC y ve muchos paralelismos con el debate climático actual.

La industria química siguió un patrón que ahora repite la energética. "Primero negaron que los CFC tuvieran nada que ver, después relativizaron su impacto. Más tarde alegaron las dificultades para sustituirlos", recuerda García. Al otro lado, los estudios científicos, el activismo ecologista y la presión social. En medio, unos políticos que, en aquella ocasión fueron rápidos al tomar decisiones.

"El hecho diferencial es el carácter de ambas industrias. La química también era global, pero fue la primera vez que nos enfrentábamos a un problema global. La presión de científicos, de activistas y de la sociedad fue más fuerte que la resistencia de las químicas. Pero, las energéticas tienen mucho más poder", dice el representante de Greenpeace. Además, añade "han aprendido del pasado y dedican cantidades de dinero varios órdenes de magnitud superiores a las dedicadas al negacionismo del ozono".