lunes, 5 de julio de 2021

La zorra y el cangrejo de mar

 Un cangrejo de mar vivía en los arrecifes de coral junto con su familia, la cual era muy feliz estando bajo las aguas. De vez en cuando subían a la superficie para buscar conchas o tomar el sol, pero siempre regresaban al lugar donde pertenecían. Sin embargo, esto no era suficiente para el cangrejo, que pronto comenzó a sentirse aburrido de lo que le rodeaba.

—Estoy cansado de ver siempre estas barreras de coral —dijo—, yo quisiera vivir siempre en la arena, sintiendo el calor del sol en vez de esta fría humedad que nos rodea a todas horas. Quisiera vivir en medio de la playa, en lugar de trepar todo el tiempo por estos insulsos arrecifes, ¿por qué no podemos vivir allá arriba?

—Porque nosotros somos de aquí —le respondió uno de sus hermanos—, aquí nacimos y aquí nos quedaremos. Nuestro hogar es hermoso y seguro. En la superficie hay montones de peligros para nosotros. Si los animales no nos devoran, son los humanos los que nos pescan y nos cocinan de las maneras más crueles.

—No debes envidiar las playas cuando tienes un palacio de coral aquí mismo —le dijo otro hermano.

Pero el cangrejo, haciendo oídos sordos a todas sus palabras, seguía soñando con vivir arriba. Legó el día en que creció lo suficiente como para ser independiente de su familia y decidió mudarse a la playa.

—Adiós a todos —dijo—, me voy adonde pueda disfrutar del sol y la arena.

Por más que trataron de convencerlo para quedarse con ellos, los otros cangrejos no fueron capaces de detenerlo y él se instaló en una cómoda banca de arena, dentro de una concha en la que vivía muy calientito. Desde ahí podía mirar las olas y ver pasar a las personas que se bañaban, escuchar el canto de las gaviotas y las risas.

—Esto sí que es vida —se dijo—, no entiendo como a los otros les gusta vivir abajo, en el agua.

Salió de su concha para poder recibir mejor los rayos solares y justo entonces, lo vio una zorra que se había acercado a la costa para buscar algo de comer. Sus hijitos tenían hambre y les encantaban los mariscos. Rápidamente, la zorra saltó sobre el cangrejo y lo atrapó entre sus fauces. Por más que este gritó pidiendo auxilio, ninguno de sus hermanos en el mar pudo escucharlo.

Muy tarde comprendió que ellos habían tenido razón todo el tiempo y esto fue lo último que pudo pensar, antes de que la zorra lo metiera en su madriguera.

—Me merezco todo esto, por tratar de comportarme como si fuera un ser de tierra, aunque nací de mar —se lamentó—. No hay lugar más seguro que el hogar.

Moraleja: Si vas a salir de casa para habitar en un lugar diferente, antes toma tus precauciones, porque no siempre sabemos lo que nos espera en sitios desconocidos. Tampoco vayas a olvidarte de tus orígenes por encajar en un sitio distinto, pues debes estar orgulloso de donde vienes.



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