Durante siglos el hombre ha pensado que tener celos era un síntoma de que existía amor, que si tu pareja no se mostraba celosa es que no te quería lo suficiente. Se han escrito muchas novelas sobre los celos y se han hecho muchas películas y en la mayoría de ellas se le daba a este sentimiento una connotación positiva, (pensemos, por ejemplo, en Humphrey Bogart y sus escenas míticas de celos), que acompañaba a la pasión y al deseo. Incluso se hablaba de lo bueno que es provocar los celos de tu pareja para conseguir mantenerlo a tu lado.
Aún, hoy en día persisten muchas de estas creencias, no es difícil encontrar a personas siguen incluyendo los celos en el paquete de sentimientos que provoca el amor cuando en realidad son dos conceptos que no deberíamos asociar. La confusión radica en la creencia cultural de que el amor viene acompañado del apego y con éste el miedo a perder algo que crees que por el hecho de amarlo te pertenece.
Tener celos es amar más”
El primer lugar, es que tener más celos no es amar más y, por supuesto, no tenerlos no es amar menos, estos dos sentimientos van por caminos diferentes. De hecho, suelen sentirse más celos cuando uno se encuentra en una etapa de baja autoestima o de inseguridad. Por ejemplo, cuando no te crees merecedor de la pareja que tienes y tu inseguridad te lleva a pensar que no debes confiar en el otro.
2. “Mi pareja me pertenece”
En segundo lugar, hay que saber que la emoción de los celos está relacionada más con un sentimiento de propiedad de que amor, aunque históricamente nos hemos empeñado en unificar, amor y la posesión no es lo mismo. Por mucho que alguien quiera a su pareja ésta nunca le pertenece, le va a acompañar en su vida el tiempo que ella quiera, no se puede forzar la permanencia en una relación, a la larga resulta dañino para ambas partes. En su obra satírica El Diccionario del Diablo, Ambrose Bierce define al celoso como “persona indebidamente preocupada por conservar lo que solo se puede perder cuando no vale la pena conservarlo”.
Cuando seamos capaces de asumir que el amor no te otorga derecho sobre tu amado, podremos conseguir por un lado sentir menos celos y vivir un amor más libre y por otro lado dar nunca la conquista de tu pareja por finalizada. Dejando la posibilidad de que tu pareja te elija cada día de entre todos los demás. Jorge Bucay define el amor como “la decisión de trabajar activamente por la libertad de otra persona para que pueda elegir lo que quiere hacer con su vida aunque no me incluya”
Tiene que cambiar su actitud”
La tercera reflexión a tener en cuenta es que cuando se sienten celos, la solución nunca está en que tu pareja cambie su actitud sino en observarse a uno mismo y averiguar de dónde vienen esos celos, qué hay en mi que me hace sentir así, puede ser falta de autoestima, desconfianza por traiciones pasadas con anteriores parejas o incluso falsas creencias por traiciones sufridas por tus ancestros que nos hace suponer, de una forma muy inconsciente, que si mi abuelo fue infiel a mi abuela, mi marido me va a ser infiel a mí. Después de esta auto-observación y toma de conciencia de qué es lo que me hace caer en la trampa de los celos habrá que trabajar sobre estas creencias para trascenderlas, y poder así liberarme de ellas para poder disfrutar de una relación más libre y más saludable.
4. “Tenemos que hacerlo todo juntos”
Por último, es fundamental dejar a tu pareja el espacio suficiente para que tenga en su vida otras personas a las que amar y que la amen, amigos, amigas, hijos, familia… porque eso le dará estabilidad emocional y bienestar, sin que eso suponga que tu relación con ella se vea amenazada. Para ello, es recomendable la práctica de la compersión, que es el término contrario a los celos, es decir disfrutar con la felicidad y el deleite de la persona amada.
En resumen, lo realmente útil para que los celos no contaminen nuestra relación es que modificar el concepto que se tiene sobre lo que debe ser una pareja. Una pareja es un acuerdo entre pares, sin pertenencia, sin apego. Generando un vínculo donde nunca se termine de enamorar, donde se elija cada día si permanecer juntos o continuar por otro camino, con libertad y con consciencia.
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