sábado, 13 de marzo de 2021

Nueve cuentos cortos con mensaje para leer a los niños a la hora de dormir

 Una bonita costumbre que podéis poner en práctica cada noche si todavía no lo hacéis, y de la que todos disfrutaréis, es leerles un cuento a los niños a la hora de dormir. Es una experiencia muy bonita, además de ser muy enriquecedora para ellos, tanto desde el punto de vista emocional como para su desarrollo y adquisición del lenguaje.

Os dejamos nueve relatos cortos infantiles con valiosos mensajes de grandes autores como los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Oscar Wilde o La Fontaine. Podéis leerlos en pocos minutos, y algunos van acompañados de vídeos que los niños pueden ver.

'El clavo': cuento infantil de los Hermanos Grimm

Después de haber hecho muy buenos negocios en la feria, vender todas sus mercancías y llenar su bolsa de oro y de plata, quería un comerciante ponerse en camino para llegar a su casa antes de la noche. Metió su dinero en la maleta, la ató a la silla y montó a caballo. Detúvose al medio día en una ciudad, y cuando iba a partir le dijo el mozo de la cuadra al darle su caballo:

–Caballero, le falta a vuestro caballo un clavo en la herradura del pie izquierdo trasero.

–Está bien –contestó el comerciante–; la herradura resistirá todavía seis leguas que me restan que andar. Tengo prisa.

 Por la tarde, bajó otra vez para dar de comer un poco de pan a su caballo. El mozo salió a su encuentro y le dijo:

–Caballero, vuestro caballo está destrozado del pie izquierdo; llevadle a casa del herrador.

–No, no hace falta –contestó–; para dos leguas que me quedan que andar aún puede andarlas mi caballo así como está. Tengo prisa.

Montó y partió. Pero poco después comenzó a cojear el caballo, algo más allá empezó a tropezar, y luego no tropezaba ya sino que cayó con una pierna rota.

El comerciante se vio obligado a dejar allí al animal, a desatar su maleta, echársela a las espaldas y volver a pie a su casa, donde no llegó hasta muy entrada la noche.

–Aquel maldito clavo del que no quise hacer caso –murmuraba para sí– ha sido la causa de todas mis desgracias.

  • Mensaje: corre despacio, no te apresures por llegar antes
  • El cuento de las mentiras', de los Hermanos Grimm

    Voy a contaros una cosa. He visto volar a dos pollos asados; volaban rápidos, con el vientre hacia el cielo y la espalda hacia el infierno; y un yunque y una piedra de molino nadaban en el Rin, despacio y suavemente, mientras una rana devoraba una reja de arado, sentada sobre el hielo, el día de Pentecostés.

     Tres individuos, con muletas y patas de palo, perseguían a una liebre; uno era sordo; el otro, ciego; el tercero, mudo. Y el cuarto no podía mover una pierna. ¿Queréis saber qué ocurrió?

    Pues el ciego fue el primero en ver correr la liebre por el campo; el mudo llamó al tullido, y el tullido la agarró por el cuello. Unos, que querían navegar por tierra, izaron la vela y avanzaron a través de grandes campos, y al cruzar una alta montaña naufragaron y se ahogaron.

    Un cangrejo perseguía una liebre, y a lo alto de un tejado se había encaramado una vaca. En aquel país, las moscas son tan grandes como aquí las cabras.

    Abre la ventana para que puedan salir volando las mentiras.

    • Mensaje: las mentiras deben salir a la luz


    • La princesa y el guisante', de Hans Christian Andersen

      Hace muchísimo tiempo, había un príncipe que buscaba esposa. Tenía menudo problema el joven, pues deseaba casarse con una princesa auténtica. Recorrió el mundo entero y conoció a muchas princesas, pero todas ellas tenían algún aspecto sospechoso que le impedía saber si eran verdaderas.

      Por tanto, se dio por vencido y retornó a su reino.

      Cierta noche en que una tormenta terrible arreciaba, sintieron que alguien golpeaba en el castillo.

      Cuando el sirviente regresó, lo acompañaba una joven empapada que aseguraba ser una princesa.

      La reina no creyó en su palabra y dispuso una prueba. Ordenó al ama de llaves que preparara el lecho para la princesa y le dio instrucciones de cómo hacerlo.

       El ama obedeció a la reina y colocó un guisante sobre la cama y sobre éste, colocó veinte colchones y sobre ellos veinte edredones. Así estuvo listo el lecho para la princesa.

      La princesa pasó la noche en la recámara que le asignaron y a la mañana siguiente, cuando se levantó y bajó a desayunar, los reyes le preguntaron cómo había pasado la noche, a lo que respondió:

      -No pude pegar un ojo. Había algo duro en la cama y tengo el cuerpo lleno de magulladuras.

      Al oír esto, los reyes supieron que estaban delante de una verdadera princesa, pues solamente una, podría sentir el guisante debajo de tantos colchones.

      Esta noticia puso feliz al príncipe, quien le propuso matrimonio de inmediato. La princesa aceptó y se casaron.

      El guisante fue llevado al museo, donde todavía se exhibe, a menos que alguien lo haya comido.

      • Mensaje: las cosas no siempre son lo que parecen
      • El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen

        Había una vez un emperador al que le encantaban los trajes. Destinaba toda su fortuna a comprar y comprar trajes de todo tipo de telas y colores. Tanto que a veces llegaba a desatender a su reino, pero no lo podía evitar, le encantaba verse vestido con un traje nuevo y vistoso a todas horas. Un día llegaron al reino unos impostores que se hacían pasar por tejedores y se presentaron delante del emperador diciendo que eran capaces de tejer la tela más extraordinaria del mundo.

         La tela más extraordinaria del mundo? ¿Y qué tiene esa tela de especial?

        -Así es majestad. Es especial porque se vuelve invisible a ojos de los necios y de quienes no merecen su cargo.

        -Interesante… ¡entonces hacedme un traje con esa tela, rápido! Os pagaré lo que me pidáis.

        Así que los tejedores se pusieron manos a la obra.

        Pasado un tiempo el emperador tenía curiosidad por saber cómo iba su traje pero tenía miedo de ir y no ser capaz de verlo, por lo que prefirió mandar a uno de sus ministros. Cuando el hombre llegó al telar se dio cuenta de que no había nada y que lo que los tejedores eran en realidad unos farsantes pero le dio tanto miedo decirlo y que todo el reino pensara que era estúpido o que no merecía su cargo, que permaneció callado y fingió ver la tela.

      • -¡Qué tela más maravillosa! ¡Que colores! ¡Y qué bordados! Iré corriendo a contarle al emperador que su traje marcha estupendamente.

        Los tejedores siguieron trabajando en el telar vacío y pidieron al emperador más oro para continuar. El emperador se lo dio sin reparos y al cabo de unos días mandó a otro de sus hombres a comprobar cómo iba el trabajo.

        Cuando llegó le ocurrió como al primero, que no vio nada, pero pensó que si lo decía todo el mundo se reiría de él y el emperador lo destituiría de su cargo por no merecerlo así que elogió la tela.

        -¡Deslumbrante! ¡Un trabajo único!

        Tras recibir las noticias de su segundo enviado el emperador no pudo esperar más y decidió ir con su séquito a comprobar el trabajo de los tejedores. Pero al llegar se dio cuenta de que no veía nada por ningún lado y antes de que alguien se diera cuenta de que no lo veía se apresuró a decir:

        -¡Magnífico! ¡Soberbio! ¡Digno de un emperador como yo!

      • Su séquito comenzó a aplaudir y comentar lo extraordinario de la tela. Tanto, que aconsejaron al emperador que estrenara un traje con aquella tela en el próximo desfile. El emperador estuvo de acuerdo y pasados unos días tuvo ante sí a los tejedores con el supuesto traje en sus manos.

        Comenzaron a vestirlo y como si se tratara de un traje de verdad iban poniéndole cada una de las partes que lo componían.

        -Aquí tiene las calzas, tenga cuidado con la casaca, permítame que le ayude con el manto…

        El emperador se miraba ante el espejo y fingía contemplar cada una de las partes de su traje, pero en realidad, seguía sin ver nada.

        Cuando estuvo vestido salió a la calle y comenzó el desfile y todo el mundo lo contemplaba aclamando la grandiosidad de su traje.

        -¡Qué traje tan magnífico

      • Cuando estuvo vestido salió a la calle y comenzó el desfile y todo el mundo lo contemplaba aclamando la grandiosidad de su traje.

        -¡Qué traje tan magnífico!

        -¡Qué bordados tan exquisitos!

        Hasta que en medio de los elogios se oyó a un niño que dijo:

        -¡Pero si está desnudo!

        Y todo el pueblo comenzó a gritar lo mismo pero aunque el emperador estaba seguro de que tenían razón, continuó su desfile orgulloso.

        • Mensaje: No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad






       

       

 

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