viernes, 5 de abril de 2019

Con poca cantidad podemos comer de todo

Quizá alguna vez sientes que pierdes el control ante la comida. O comienzas a tomar dulce y sientes que no puedes parar de comer. Quizá ya te tengas identificado como comedor compulsivo o quizá incluso estés diagnosticado: Síndrome del comedor compulsivo o trastorno por atracón.
En realidad, da igual el nivel de dependencia que sientas de la comida: Ya sea puntual, como cuando Bridget Jones toma helado de chocolate porque se siente sola, o frecuente, si te das atracones de comida de forma recurrente.

Te voy a explicar las 4 causas que te pueden hacer sentir adicción por la comida. Si no puedes parar de comer, quizá sea por estos motivos:


1.- Consumo excesivo de alimentos muy procesados

La industria alimentaria es un negocio gigante y vela por sus ingresos, no por nuestra salud. Así que, lo que les preocupa es vender mucho, aunque no sea muy saludable.
Desde hace un tiempo, desde el mundo del marketing, se busca la palatabilidad. También que el consumidor disfrute de una experiencia de sabor incomparable que le cree la necesidad de seguir consumiendo. Esto se logra con diferentes texturas en los procesados: crujientes, cremosas, que sueltan polvillo que se pega a tus dedos e invita a chuparlos, aumentando el placer.
También con aditivos y potenciadores del sabor, que logran que cualquier producto sea una explosión de sensaciones en tu boca. Incluso que sepa a algo que no es: como el queso fundido que en realidad es pasta de almidón, o las patatas fritas que saben a jamón. Es decir, productos de pésima calidad que saben a alimentos de primera: Duros a cuatro pesetas.
Todos estos productos “enganchan” y crean la necesidad de seguir comiéndolos: Pizzas, hamburguesas, bollería industrial, helados, patatas chips y otros aperitivos. Generalmente, cualquier otro producto con una lista de ingredientes larga. También el azúcar produce sensación de necesidad de seguir tomando alimentos dulces.
Especialmente cuestionable el umami, o glutamato monosódico, que también puedes encontrar bajo el nombre de E-621 o GMS.

2.- Estar a dieta

La restricción alimentaria lleva a la compulsión. Basta que tu dietista te prohíba comer dulces para que te apetezca tomarlos más que nunca. Cuando te prohíbes carbohidratos en tu dieta habitual, el cuerpo te pedirá, antes o después, lo que necesita. Así que, por evitar las patatas de la verdura, quizá termines dándote un atracón de bollería industrial. No compensa.
A veces no somos conscientes de que “vivimos a dieta”. Sin darnos cuenta, elegimos productos light o pensamos en lo que engorda algún alimento. Hay que empezar a pensar en alimentos saludables, que deben ser la base de nuestra alimentación. Los alimentos poco saludables, sin prohibirlos, se deben consumir de forma muy ocasional.
Leo con frecuencia que este tipo de productos no deberían tomarse nunca, como la bollería industrial, por ejemplo. Pero si estás leyendo este artículo es muy probable que sientas dependencia de la comida. En ese caso, no todos los artículos que leas sobre nutrición serán válidos para ti. En nuestro caso, la prohibición perpetua el ciclo restricción/atracón del que tratamos de salir.
Es decir, ¿puedes comer pasteles todos los días? Poder puedes, pero no sería bueno para tu salud, así que no te lo aconsejo. En cambio, no tienes por qué privarte si es el cumpleaños de una compañera y lleva pasteles al trabajo. Los demás toman uno y tú también. Y no pasa nada.

3.- Dificultad en la gestión emocional.

La alimentación emocional es la base de los atracones. ¿A veces te encuentras comiendo grandes cantidades de comida, con pérdida de control, mezclando dulce y salado? ¿Engulles sin apenas masticar, generalmente de pie o sin servir en el plato o usar cubiertos? ¿Te sientes culpable por hacerlo? Entonces, lo más probable es que haya un componente emocional detrás de esa conducta.
Si esta es tu situación, trata de analizar qué pasó recientemente que te haga sentir malestar. Quizá te han contado un chisme sobre tu pareja que te ha provocado inseguridad, puedes estar nervioso ante la proximidad de un examen, has discutido con tu jefe o te han rechazado en una entrevista de trabajo o, simplemente, estás agotado tras un duro día de trabajo. Todas ellas son situaciones emocionales que no sabes gestionar de otro modo que buscando consuelo en la comida. Y lo haces así porque nunca nadie te enseñó a hacerlo de otro modo. Lo más probable es que ni sepas por qué estás comiendo. Sólo experimentas un malestar y tratas de sentirte mejor con el único recurso que tienes a mano: la comida.
También es posible que no te haya ocurrido un hecho reciente que te detone emocionalmente. Pero sí hay algo desgastante en tu vida que va sumando gotas al vaso hasta que se desborda. Por ejemplo, estar mal en tu relación de pareja, sentir que te equivocaste al elegir tus estudios o profesión, encontrarte mal de salud, el duelo por la pérdida de un ser querido…
Será necesario reconocer estas situaciones y darles la respuesta que requieren para dejar de compensar esa insatisfacción con comida.

4.- El mal hábito.

Los hábitos se implantan por repetición, tanto los buenos como los malos. Recurrimos a la comida una y otra vez, por la causa que sea. Así que llegará un momento en que no necesitaremos ninguna razón para comer sin hambre o picar sin parar entre horas. Habremos adquirido un hábito.
La mayoría de comedores emocionales arrastramos este problema desde la infancia. ¡Imagina la facilidad para crear un hábito, habiendo repetido tantas veces una misma acción! Son años y años reforzando ese hábito, por eso no puedes parar de comer. Así que, sé paciente y no esperes cambiarlo de la noche a la mañana. Dejar de comer de forma emocional es una carrera de fondo, no un sprint.
Resultado de imagen de personas comiendo

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