jueves, 17 de diciembre de 2020

Los científicos insisten en aplicar medidas para evitar que el Covid 19 llegue a la Antártida e infecte a la fauna

 ¿Qué pasaría si el covid-19 infectara a especies como las ballenas, los pingüinos o las focas de la Antártida? Esta es la pregunta que se hizo un grupo de investigadores pertenecientes al grupo de trabajo de seguimiento de la salud de la vida silvestre antártica del Comité Científico para la Investigación de la Antártida (SCAR) de varias instituciones, entre las que se encuentra el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCNCSIC) antes de elaborar un listado de medidas para evitar que ocurra. El Covid-19 es muy contagioso e, igual que ha pasado por zoonosis de una especie animal al ser humano, podría hacer el recorrido contrario. El equipo de investigación ha analizado qué posibilidades existen de que la enfermedad llegue y se expanda por el continente a través de las actividades relacionadas con la investigación y el turismo, y propone medidas para evitarlo.

A día de hoy, la Antártida es el único lugar del planeta al que no ha llegado el Covid-19, pero se desconocen los efectos que el virus podría tener sobre la delicada fauna. Los datos de los primeros análisis sugieren que los cetáceos tienen gran riesgo de infección mientras que el riesgo en las focas o las aves parece menor.

«Hemos evaluado el riesgo de transmisión inversa, de humanos a animales, en la fauna antártica considerando la información disponible sobre la susceptibilidad de los hospedadores, las dinámicas de infección entre humanos así como las interacciones que se producen entre seres humanos y la fauna antártica«, explica el investigador del MNCN Andrés Barbosa. «Las condiciones ambientales del continente son a priori favorables para la estabilidad y propagación del virus. Las instalaciones cerradas de las bases donde conviven los investigadores e investigadoras o las embarcaciones que utilizan así como los cruceros turísticos podrían favorecer la transmisión entre humanos y, en función de sus movimientos entre diferentes localidades, el virus podría esparcirse fácilmente por todo el continente», continúa Barbosa.

Medidas estrictas

Los análisis realizados a partir de lo que se sabe de la transmisión muestran que el grupo de mayor riesgo es el de los equipos de investigación que entran en contacto con la fauna mientras que los turistas o el personal de apoyo solo suponen un riesgo significativo cuando se aproximan a menos de cinco metros de la fauna antártica. Acercamiento que, dadas las normativas que rigen en el continente helado, no debería producirse en ningún caso. Por todo lo expuesto se debe aplicar el principio de precaución y ser extremadamente cuidadosos hasta que futuras investigaciones demuestren la presencia humana en la Antártida es segura para el ecosistema austral.

Entre las medidas propuestas se encuentra la realización de pruebas PCR y la cuarentena de las personas que vayan a visitar el continente, el confinamiento de las personas con síntomas o el uso de gel hidroalcohólico y la desinfección de todo el material textil y de manejo, cada vez que se tenga contacto con la fauna. Durante el manejo de animales debe ser obligatorio el uso de gafas, guantes y equipos de protección. El material de trabajo nunca debe dejarse desatendido evitando que la fauna pueda acercarse a él y debe limitarse al máximo el tráfico de personas entre las diferentes bases o barcos.

«Hemos evaluado el riesgo de transmisión inversa, de humanos a animales, en la fauna antártica considerando la información disponible sobre la susceptibilidad de los hospedadores, las dinámicas de infección entre humanos así como las interacciones que se producen entre seres humanos y la fauna antártica«, explica el investigador del MNCN Andrés Barbosa. «Las condiciones ambientales del continente son a priori favorables para la estabilidad y propagación del virus. Las instalaciones cerradas de las bases donde conviven los investigadores e investigadoras o las embarcaciones que utilizan así como los cruceros turísticos podrían favorecer la transmisión entre humanos y, en función de sus movimientos entre diferentes localidades, el virus podría esparcirse fácilmente por todo el continente», continúa Barbosa.

Medidas estrictas

Los análisis realizados a partir de lo que se sabe de la transmisión muestran que el grupo de mayor riesgo es el de los equipos de investigación que entran en contacto con la fauna mientras que los turistas o el personal de apoyo solo suponen un riesgo significativo cuando se aproximan a menos de cinco metros de la fauna antártica. Acercamiento que, dadas las normativas que rigen en el continente helado, no debería producirse en ningún caso. Por todo lo expuesto se debe aplicar el principio de precaución y ser extremadamente cuidadosos hasta que futuras investigaciones demuestren la presencia humana en la Antártida es segura para el ecosistema austral.

Entre las medidas propuestas se encuentra la realización de pruebas PCR y la cuarentena de las personas que vayan a visitar el continente, el confinamiento de las personas con síntomas o el uso de gel hidroalcohólico y la desinfección de todo el material textil y de manejo, cada vez que se tenga contacto con la fauna. Durante el manejo de animales debe ser obligatorio el uso de gafas, guantes y equipos de protección. El material de trabajo nunca debe dejarse desatendido evitando que la fauna pueda acercarse a él y debe limitarse al máximo el tráfico de personas entre las diferentes bases o barcos.

«Desconocemos el alcance que podría llegar a tener la expansión de este virus en la fauna antártica, por eso es imprescindible guardar la mayor de las precauciones», concluye Barbosa.

Nueva campaña

La pandemia ha alterado el calendario habitual de preparación de la campaña y desembarco en la base española 'Gabriel de Castilla', en la Isla Decepción, pero todo está preparado para que militares y científicos vuelvan a pisar el hielo polar como hacen año tras año desde 1989.

Efectivos del Ejército de Tierra – 12 hombres y una mujer en esta edición- serán los responsables del mantenimiento de la base y apoyo a los científicos cuyos proyectos han sido avalados por el Comité Polar Español, del Ministerio de Ciencia e Innovación. Ellos son los encargados de toda la logística, incluyendo la alimentación, mantenimiento o desplazamientos; de las comunicaciones, la gestión ambiental e incluso la seguridad ante situaciones de emergencia.

Para ello se someten a una intensa preparación durante los meses previos al viaje, a la que este año deberán sumar numerosas medidas de seguridad para seguir manteniendo a la Antártida como la única zona del mundo libre de Covid-19.Revista Pronto



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