lunes, 27 de mayo de 2019

En España es imposible encontrar una betella de aceite de colza

Después de 3800 muertes y más de 20 mil afectados, el aceite de colza tiene casi imposible su vuelta a los supermercados españoles

.

“Recuerdo perfectamente el día. Los telediarios soltaron la noticia y el pánico se extendió muy rápido. Decían nombres de marcas de aceite de colza afectadas y los servicios de urgencias se llenaron de personas con la botella de aceite en la mano. Aún guardo informes de los intoxicados“. El doctor Arnau Casanovas, por aquel entonces residente de medicina interna en el Hospital de Bellvitge, rebusca entre archivos y encuentra volantes con la clásica caligrafía hospitalaria que sólo los médicos saben descifrar. Lee en voz alta un testimonio al azar: “Un abuelo con una botella de aceite “El Olivo” dice que acaban de decir en la tele que esta marca es del malo”. La doctora Núria Anguera, residente de cardiología también por esas mismas fechas, ofrece otra visión. “Nos decían que habían comido ensalada aliñada con ese aceite y que temían por su vida. “¡He tomado colza de esa! ¡He tomado colza de esa!”, repetían una y otra vez. La dirección del hospital, con muy buen criterio, asignó residentes exclusivamente a los afectados. Nadie podía esperar ese final”.
Era mayo de 1981 y la crisis sanitaria más grave de este país estallaba con virulencia, poniendo en jaque a las autoridades sanitarias y dejando al descubierto a la clase política. La intoxicación masiva se focalizaba en botellas de aceite de colza adulteradas y no en las propiedades nutricionales de este aceite en particular. Pero el mal estaba hecho y la mancha ya sería imposible de borrar. El resultado fueron 20.643 afectados y más de 3.800 fallecidos por una enfermedad que, a día de hoy, sólo existe en España. 38 años más tarde, la colza sigue siendo un producto estigmatizado que arrastra todos los fantasmas del pasado. Los afectados denuncian el olvido por parte de la administración, los productores ensalzan las cualidades de un producto fiable y el consumidor no sabe si ha llegado el momento de borrar el aceite de colza de la lista negra de los productos malditos.
En la actualidad, la colza es la oleaginosa (vegetal de cuya semilla se extrae aceite) más cultivada en la Unión Europea con 19 millones de toneladas. En otras palabras, el viejo continente es el primer consumidor y productor mundial de colza, casi duplicando la producción de girasol. Mientras que en países como Alemania, Francia, Canadá o Reino Unido su consumo es habitual, en España es imposible encontrar una botella de aceite de colza en los supermercados. Eso no significa que no se use en la industria alimentaria, ya que productos de bollería, pizzas, alimentos precocinados o aceites para fritura disfrazan su presencia en etiquetas con variantes como “canola” o “nabina”. Es la mejor manera de no alarmar a nadie con demasiada memoria histórica, pero... si es un aceite barato, rentable y rico nutricionalmente, ¿por qué no cala en el mercado español?

Es la pregunta del millón que pretende resolver Ventura González, un joven productor de colza en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), que no había nacido cuando se dio la grave intoxicación masiva en 1981. El abulense defiende que la suya es “una nueva generación a la que se nos podría abrir un nicho de mercado. Para que el aceite de colza esté en todos los supermercados españoles hay que trabajar mucho en marketing mostrando los beneficios de su consumo”. Una inversión de tiempo, dinero y energía que, incomprensiblemente, nunca llega. Como si una mano negra moviera los hilos para fijar la etiqueta de producto venenoso: “Es cierto que las industrias aceiteras tampoco han trabajado por limpiar la imagen del aceite de colza ni han ayudado a explicar los motivos que provocaron esas intoxicaciones para intentar vender de nuevo el producto”.

El viejo continente es el primer consumidor y productor mundial de colza, casi duplicando la producción de girasol


Para el agricultor, “no se extrae aceite de colza por miedo al pasado, pese a que se demostró que la intoxicación fue producida por aceite de colza adulterado por especuladores”. E insiste en hacer de altavoz de los beneficios de la colza entre los jóvenes agricultores que aún no confían en el producto: “La colza es excepcional para la rotación de cultivos, mantiene la biodiversidad de especies y atrae a los polinizadores silvestres. Además, se adapta muy bien a los diferentes tipos de climas y sus necesidades hídricas son como las del cereal”. En materia económica es un cultivo francamente rentable para el sector agrario e incluso “los ingresos son superiores a los de cereales o leguminosas. Con una producción medio alta, el beneficio real es de 150 a 200 euros por hectárea”.

A finales de abril y principios de mayo, la flor de colza tiñe de amarillo cada vez más campos de la tan denostada España vacía. Una imagen bucólica que oculta demasiadas heridas sin cicatrizar. Carmen Cortés, coordinadora de la Plataforma de Víctimas del Síndrome de Aceite Tóxico Seguimos Viviendo, no soporta la dejadez y el olvido en la que se ha caído: “La opinión pública, los responsables del Gobierno e incluso los profesionales de la sanidad piensan que como nos han indemnizado económicamente ya nos hemos curado”. Y nada más lejos de la realidad: “Nuestra enfermedad es rara, crónica, degenerativa y de futuro desconocido. No existe en ninguna otra parte del mundo y pocos profesionales son los que conocen su evolución hasta la actualidad. No se ha hecho nada por adecuar la legislación vigente para proteger nuestra salud, nuestras necesidades sociales y las de investigación, sobre todo en la población de riesgo y nuestra descendencia

“Recuerdo perfectamente el día. Los telediarios soltaron la noticia y el pánico se extendió muy rápido. Decían nombres de marcas de aceite de colza afectadas y los servicios de urgencias se llenaron de personas con la botella de aceite en la mano. Aún guardo informes de los intoxicados“. El doctor Arnau Casanovas, por aquel entonces residente de medicina interna en el Hospital de Bellvitge, rebusca entre archivos y encuentra volantes con la clásica caligrafía hospitalaria que sólo los médicos saben descifrar. Lee en voz alta un testimonio al azar: “Un abuelo con una botella de aceite “El Olivo” dice que acaban de decir en la tele que esta marca es del malo”. La doctora Núria Anguera, residente de cardiología también por esas mismas fechas, ofrece otra visión. “Nos decían que habían comido ensalada aliñada con ese aceite y que temían por su vida. “¡He tomado colza de esa! ¡He tomado colza de esa!”, repetían una y otra vez. La dirección del hospital, con muy buen criterio, asignó residentes exclusivamente a los afectados. Nadie podía esperar ese final”.
Era mayo de 1981 y la crisis sanitaria más grave de este país estallaba con virulencia, poniendo en jaque a las autoridades sanitarias y dejando al descubierto a la clase política. La intoxicación masiva se focalizaba en botellas de aceite de colza adulteradas y no en las propiedades nutricionales de este aceite en particular. Pero el mal estaba hecho y la mancha ya sería imposible de borrar. El resultado fueron 20.643 afectados y más de 3.800 fallecidos por una enfermedad que, a día de hoy, sólo existe en España. 38 años más tarde, la colza sigue siendo un producto estigmatizado que arrastra todos los fantasmas del pasado. Los afectados denuncian el olvido por parte de la administración, los productores ensalzan las cualidades de un producto fiable y el consumidor no sabe si ha llegado el momento de borrar el aceite de colza de la lista negra de los productos malditos.
El volante médico de 1981 al que pertenece el testimonio
En la actualidad, la colza es la oleaginosa (vegetal de cuya semilla se extrae aceite) más cultivada en la Unión Europea con 19 millones de toneladas. En otras palabras, el viejo continente es el primer consumidor y productor mundial de colza, casi duplicando la producción de girasol. Mientras que en países como Alemania, Francia, Canadá o Reino Unido su consumo es habitual, en España es imposible encontrar una botella de aceite de colza en los supermercados. Eso no significa que no se use en la industria alimentaria, ya que productos de bollería, pizzas, alimentos precocinados o aceites para fritura disfrazan su presencia en etiquetas con variantes como “canola” o “nabina”. Es la mejor manera de no alarmar a nadie con demasiada memoria histórica, pero... si es un aceite barato, rentable y rico nutricionalmente, ¿por qué no cala en el mercado español?
Es la pregunta del millón que pretende resolver Ventura González, un joven productor de colza en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), que no había nacido cuando se dio la grave intoxicación masiva en 1981. El abulense defiende que la suya es “una nueva generación a la que se nos podría abrir un nicho de mercado. Para que el aceite de colza esté en todos los supermercados españoles hay que trabajar mucho en marketing mostrando los beneficios de su consumo”. Una inversión de tiempo, dinero y energía que, incomprensiblemente, nunca llega. Como si una mano negra moviera los hilos para fijar la etiqueta de producto venenoso: “Es cierto que las industrias aceiteras tampoco han trabajado por limpiar la imagen del aceite de colza ni han ayudado a explicar los motivos que provocaron esas intoxicaciones para intentar vender de nuevo el producto”.

El viejo continente es el primer consumidor y productor mundial de colza, casi duplicando la producción de girasol

Para el agricultor, “no se extrae aceite de colza por miedo al pasado, pese a que se demostró que la intoxicación fue producida por aceite de colza adulterado por especuladores”. E insiste en hacer de altavoz de los beneficios de la colza entre los jóvenes agricultores que aún no confían en el producto: “La colza es excepcional para la rotación de cultivos, mantiene la biodiversidad de especies y atrae a los polinizadores silvestres. Además, se adapta muy bien a los diferentes tipos de climas y sus necesidades hídricas son como las del cereal”. En materia económica es un cultivo francamente rentable para el sector agrario e incluso “los ingresos son superiores a los de cereales o leguminosas. Con una producción medio alta, el beneficio real es de 150 a 200 euros por hectárea”.
A finales de abril y principios de mayo, la flor de colza tiñe de amarillo cada vez más campos de la tan denostada España vacía. Una imagen bucólica que oculta demasiadas heridas sin cicatrizar. Carmen Cortés, coordinadora de la Plataforma de Víctimas del Síndrome de Aceite Tóxico Seguimos Viviendo, no soporta la dejadez y el olvido en la que se ha caído: “La opinión pública, los responsables del Gobierno e incluso los profesionales de la sanidad piensan que como nos han indemnizado económicamente ya nos hemos curado”. Y nada más lejos de la realidad: “Nuestra enfermedad es rara, crónica, degenerativa y de futuro desconocido. No existe en ninguna otra parte del mundo y pocos profesionales son los que conocen su evolución hasta la actualidad. No se ha hecho nada por adecuar la legislación vigente para proteger nuestra salud, nuestras necesidades sociales y las de investigación, sobre todo en la población de riesgo y nuestra descendencia”.
Campos de colza
Campos de colza (EFE AGRO)
Según la sentencia del juicio, el envenenamiento masivo fue por aceite de colza “desnaturalizado” no apto para consumo humano, por lo que entiende que “la falta de transparencia” haga casi imposible su vuelta al mercado. Ahora bien, si llega el día de la vuelta a la comercialización en España, no lo verían con malos ojos si “pasa todos los controles necesarios como cualquier otro producto para el consumo humano. Un aceite de oliva tratado con sustancias nocivas sería mortal en 2019, pues con el de colza lo mismo, aunque sus propiedades sean diferentes”.


Para que nunca más vuelva a suceder algo parecido, científicos como Enrique Martínez Force, del Instituto de la Grasa del CSIC, certifica que “gran parte de la crisis del síndrome de la colza vino de la mano de industriales que intentaban un fraude económico que se convirtió en un fraude a la salud”. Además, recalca un aspecto muy poco conocido: existió un tercer fraude relacionado con la compra “por parte de los consumidores con menores recursos económicos. Compraron aceite sin los registros sanitarios adecuados y sin seguir vías normales de distribución (venta ambulante). Desde este último punto de vista, las políticas nacionales y europeas sobre la trazabilidad de productos, así como el control sanitario hacen muy difícil que un caso de esa magnitud pueda producirse en la actualidad, pero también hace falta la concienciación de los consumidores al comprar”.


Gran parte de la crisis del síndrome de la colza vino de la mano de industriales que intentaban un fraude económico que se convirtió en un fraude a la salud”



Hace falta recalcar que el aceite de colza es un producto nutricionalmente apto para el consumo en crudo: “Todos los aceites son calóricamente similares, los de semillas con un contenido inferior en ácidos grasos saturados y por lo tanto más ricos en insaturados que los de oliva”. Tal y como asegura la Federación Española de Nutrición, en el contenido vitamínico, cabe destacar la presencia de vitamina E y ácidos grasos como Omega 3.
Pese a que una gran parte de los consumidores actuales no vivió esa grave crisis, el científico del CSIC asegura que “las propias empresas productoras, envasadoras, distribuidoras y vendedoras son conocedoras de la problemática, y de que en el acervo español la palabra “colza” se asocia con toxicidad” por lo que siguen evitando su comercialización. Y eso que no son competencia directa del aceite de oliva: “El aceite de colza es una alternativa a otros aceites de semillas refinados como el de girasol, soja, cártamo, algodón, de pepita de uva, de maíz, etc… pero no al aceite de oliva. Sólo hay que echarle un vistazo al mercado español para saber que el competidor del aceite de oliva es el aceite de girasol”. Es en la gama de los aceites refinados de semilla donde la colza puede exigir la segunda oportunidad que reclama en el mercado español: “El aceite de colza podría competir con el de girasol a un precio similar”.












No hay comentarios:

Publicar un comentario