viernes, 10 de mayo de 2019

Al contrataque Milena Busquets Debacle

Yo siempre empiezo a tomar la temperatura del partido por la mañana y este martes ocurrió algo extraño, todo el mundo estaba muy tranquilo

Sigo el fútbol porque estoy rodeada de personas queridas que lo hacen. Me alegro de no compartir esa pasión (yo ya tengo muchas, y son caras las pasiones, requieren tiempo, dinero y dedicación), pero me encanta ver a mis amigos y a mis hijos disfrutar viendo un partido de fútbol: gritar, saltar, brincar, llevarse las manos a la cabeza, reír descontroladamente, proferir insultos terribles especialmente inventados para la ocasión, llamarme a gritos para que acuda corriendo a ver un gol extraordinario de Messi.
No hubo mucho de eso este martes, en casa todo el mundo vio el partido en silencio, desde el inicio. Cada partido tiene un ambiente, como cada fiesta, puedes invitar a la misma gente, poner la misma música y servir las mismas bebidas pero nunca sabes cuál será el resultado, si será una fiesta memorable o una fiesta más.

El fútbol se parece al amor: nunca sabes lo que va a suceder"
Más tarde, me encontré por la calle con un amigo periodista, muy culé y experto en deportes y también afirmó estar la mar de tranquilo por el partido de la noche. Después fui a visitar a Hugo, el frutero, que me aseguró que este año sin duda llegaríamos a la final, de hecho se despidió de mí diciendo: «Ala, a disfrutar», y juraría que se refería al partido. 
Lo bueno del fútbol es que se parece mucho al amor: nunca sabes lo que va a suceder, sobre todo si juegas en primera división; la segunda, la de los hombres casados, los amores no correspondidos, etcétera, es más previsible.
Así que mis hijos empezaron a ver el partido mientras yo me dedicaba a mis cosas con un ojo puesto en la pantalla. Había acordado con el pequeño que nos iríamos a dormir al final de la primera parte. Accedió sin rechistar y al cabo de un rato el mayor nos informó, incrédulo, de que el Liverpool había empatado la eliminatoria.

"Nunca nos despertó"

El pequeño dijo: «Claro, es normal, el Barça juega mal desde hace tiempo, el Liverpool es mucho mejor». El mayor gruñó algo incomprensible, estaba tan atónito que ni siquiera parecía enfadado. Y yo, como buena madre que siempre lo soluciona todo, dije: «No os preocupéis, llegaremos a los penaltis y todo se arreglará, seguro». Así que le pedimos a mi hijo mayor que nos despertara para ver los penaltis.
Nunca nos despertó
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