viernes, 8 de enero de 2021

Pepa Flores y Antonio Gades, la historia de amor y desamor más grande

 Una tibia noche de primavera. Marisol, que acaba de llegar de Barcelona, donde ha vivido con Joan Manuel Serrat un romance tierno y leve, no sabe qué hacer con su vida. Comparte piso con una azafata y, sin saber por qué, le dice a su amiga: “Vamos a cenar a la pizzería de Antonio Gades”.

Casa Gades es un local minúsculo, que está a espaldas del Café Gijón y frente al Oliver de Adolfo Marsillach, formando el triángulo de moda de periodistas, gentes de la farándula y otros animales noctámbulos, bohemios y vividores. Pepa se pone unas botas altas, minifalda y se deja suelta la melena. Se pinta los gruesos labios de beige, lo que acentúa la profundidad de sus increíbles ojos azules. Antonio Gades está en la puerta, fumando uno de sus ochenta cigarrillos diarios. Es pequeño, fibroso, atractivo, muy viril. Se miran intensamente, como en un choque de planetas.

Pepa contaría más tarde: “Fue tan fuerte que me mareé y tuve que sentarme”. Ese día casi no hablaron, aunque Antonio Gades avisó a un fotógrafo para que inmortalizara ese momento único en sus vidas –y de paso salir en las revistas.

Se vuelve literalmente loca

Al día siguiente, es Pepa quien lo llama a las ocho de la mañana para verse, y es que se vuelve literalmente loca. Como dijo después: “Antonio es lo único que me importa, más que mi trabajo, más que mis hijas, más que mis padres, más que yo misma…”. Los dos tienen una biografía complicada. Aunque Antonio había vivido una infancia feliz, sus padres eran tan pobres que habitaban una cueva en Elda (Alicante) y más tarde se trasladaron a Madrid para trabajar de porteros. Antonio está lleno de ambición y es un bailarín prodigioso, pero aún no ha acabado de arrancar. Empezó con Pilar López, ha estado casado con Marujita Díaz, la primera folclórica que lució un abrigo de visón, y ahora baila en tablaos y ha hecho una película, ‘Los Tarantos’. Vive en Altea con otra ex niña prodigio, Pilarín Sanclemente, con la que tiene dos hijos.

Biografías complicadas

Marisol, separada del hijo de su mánager, Carlos Goyanes, es una estrella sideral. Todas queríamos ser Marisol, las nietas de Franco la adoraban hasta el punto de que permitieron que se pusiera de largo en la Casa de Pilatos de Sevilla, al lado de marquesas y duquesas. Pero, aunque entonces no lo supiéramos, Pepa venía del inferno. Terenci Moix definió su terrible infancia como “un cúmulo de monstruosidades y una continua explotación… era compravendida como una esclava del zoco”. Odia el mundo del espectáculo, pero ha sacado a su familia de pobre y tampoco sabe hacer otra cosa. No quiere rodar más películas insulsas.

De estrella infantil a comunista

¡Está harta de ser Marisol! Gades, que es militante clandestino de la izquierda, le dice arrobado en su primer encuentro: “Es que tú, sin darte cuenta, eres comunista desde que naciste”. Pepa encuentra a la vez amor e ideología. “Vivo por Antonio y por la revolución”, me confesó tiempo después en Barcelona. Antonio Ruiz, el otro bailarín estelar español, que había estado enamoriscado de ella, me contó cínicamente: “Gades le dio la vuelta como a un calcetín… Primero, la secuestraron los Goyanes y, después, los comunistas”.

Renunció a todo por Antonio

A pesar de que Pilarín Sanclemente vive en la casa familiar y su hijo pequeño tiene solo tres años, el 20 de junio de 1973 Antonio y Marisol se presentan juntos, cogidos de la mano, en el recital de Sara Montiel en el Florida Park. Llegan en el mini de Antonio, Marisol va de rojo y Gades, con su chaqueta de pana y su jersey de cuello vuelto, parece más un profesor universitario que un bailarín.

Durante toda la actuación de Sara estuvieron mirándose a los ojos frente a los flashes de los fotógrafos. Y ya no se separan. Pepa se siente deslumbrada. “Sé que estaremos juntos siempre, que yo seré viejecita y lo veré a mi lado”. Un periodista le reprocha que haga esas declaraciones tan prematuras: “¡Voy a vivir solo para él!”.

Quiero retirarme porque estoy desengañada"

Otro le dice que parece hipnotizada más que enamorada: “Llámalo como quieras, nada me hará cambiar, entro en la etapa más dichosa de mi vida, Antonio es el capítulo más importante”. Cuando le preguntan por sus planes profesionales, se horroriza: “Mi hombre está por encima de todo, quiero retirarme porque estoy desengañada de mi vida, quiero estar todo mi tiempo con Antonio Gades, huir con él, viajar sin rumbo fijo…”. Las revistas se llenan con declaraciones que causan escándalo y se toman como provocaciones. Cuando le preguntan dónde va a pasar la Navidad, responde: “Con Antonio, él es mi Papá Noel, mi rey mago, mi todo…”. Y también: “Quiero ser hippie, lo único que me importa es el amor que siento por Antonio”.

Se queda en 40 kilos, porque no soporta estar lejos de él

Interviene en una obra de teatro, pero la abandona porque adelgaza hasta los cuarenta kilos ya que no soporta estar lejos de su amante. “Mi única ambición es vivir con él al lado del mar, que él pinte y yo tejeré jerséis”, afirma con la ingenuidad de todos los enamorados. Compran otra casa en Altea –la repudiada Pilarín se va a vivir a Mallorca con sus dos hijos–, les pintan en la fachada “rojos” y “adúlteros”, pero Pepa sonríe siempre: “El amor es tan fuerte que no puede ni ocultarse ni condicionarse”.

Ahora ya eres madre, y eso es lo más importante de todo”

¿Y Antonio? Antonio está enamorado también. Él se ha enamorado de Pepa Flores, pero asimismo de Marisol, a él le gusta su vida en Altea, su barquito Alpargata. Pero, a diferencia de Pepa, se siente artista y no puede renunciar a lo que tanto le ha costado conseguir, ¡un nombre y una carrera! Forma compañía y viaja por España y América. Se lleva a Pepa, que solo canta en el autobús que los transporta. Se queda embarazada, pero sigue en la gira con su enorme barriga hasta que da a luz en Mar de Plata.

Regresa a España con la niña, ya de tres meses, y no puede dejar de llorar acordándose de Antonio. Es la primera vez que se separa de él y los periodistas le comentan con mala leche: “Ahora ya eres madre, y eso es lo más importante de todo”, y ella contesta, con su voz bronca de hembra de raza: “¡Lo más importante de mi vida es Antonio!”.

El principio del fin de su felicidad

El final del franquismo resulta decepcionante para Antonio Gades. También los dos primeros años de democracia. Sin trabajo, viven aislados en Altea, donde los periodistas peregrinan para hacerle fotos a Marisol, de nuevo embarazada. Pero Pepa está feliz, exultante, ha encontrado su paraíso perdido, vive con sus dos hijas y su amor a la orilla del mar como quería, y está tan feliz que no se da cuenta de que su marido se aburre y añora el escenario.

Al final, el duque de Alba le ofrece dirigir el Ballet Nacional y aquí se acaba el tiempo de felicidad de Pepa Flores, aunque ella aún no lo sepa. Intentan compaginar la vida publica con la privada, ya que quieren dejar oír su voz en el tiempo histórico que están viviendo.

Antonio es candidato del BEAN (Bloc d’Esquerra d’Alliberament Nacional del País Valencià) y la pareja hace declaraciones radicales: “El verdadero terrorismo es el de la patronal y no el de ETA”. Pepa explica en Interviú la estremecedora historia de su infancia y comenta que ha fundido sus condecoraciones franquistas para ayudar al BEAN. Viaja por España apoyando todas las causas revolucionarias, desde los sandinistas hasta los exiliados chilenos.

Marisol canta o vomita?”

Tienen su tercera hija, pero las fotos del hospital no transmiten aquella sensación de extasiada felicidad, aquella unión envidiable de los primeros tiempos. El 5 de octubre de 1982 acuden a La Habana, donde los casa Fidel Castro, aunque la relación ya está herida de muerte. Gades, gracias a su magistral talento, y también a las películas que rueda con Carlos Saura, se convierte en una estrella en todo el mundo.

Mientras, Pepa intenta reflotar su carrera con unos proyectos nuevos, interpretar a Mariana Pineda y unas canciones de Aute, Galería de Perpetuas, dedicadas a las mujeres maltratadas, humilladas, presas… El público se aburre, las críticas para la película y el recital son muy malas, y una revista incluso se pregunta: “¿Marisol canta o vomita?”.

La traición de Antonio

Pepa se siente sola, se va a vivir a Madrid porque reconoce con amargura que vivir al lado del mar sin tu pareja es muy triste. Poco a poco, empiezan los rumores de que Gades tiene otra mujer.

Antonio viene a España, malhumorado se enfrenta con los periodistas: “Soy de izquierdas y queréis jod… ¡Sois unos inmorales! ¡Os voy a demandar!”. Le preguntan si es cierto que está con una bailarina de la compañía, finge reírse: “Jajaja, una bailarina, jajaja”. Marisol lo imita como un eco triste: “Jajaja”. No sospecha nada, porque Antonio para ella es la sinceridad y la coherencia hechas persona. Lo venera y tiene confianza ciega en él.

Les reprocha a los periodistas que intenten denigrar a su dios: “Claro, es por nuestra militancia política…”. Una ceguera que solo se rompe cuando la revista Tiempo saca con todo detalle la historia de amor entre Antonio Gades y la millonaria suiza Daniela Frey, “la reina de los cines”. Llevan dos años juntos y Antonio, en el extranjero, la hace pasar por su mujer. Acaban de vivir dos meses en Japón, donde Daniela ha acudido como “señora Gades”.

“Yo dejé a Carlos y, ahora, Antonio me ha dejado a mí”

La revista también ofrece declaraciones del padre de Daniela. El periodista pregunta al millonario si cree que su inmensa fortuna ha podido influir en el amor del bailarín. El hombre, flemático, contesta con un lacónico: “Yo creo que sí”.

¿Podemos imaginar el sufrimiento de Pepa cuando cayó en sus manos la revista y se dio cuenta de que estaba mutilada de una parte de su ser, su vida y su futuro? Su última declaración a los periodistas delgada, pálida y con los ojos que se le comían la cara, antes de retirarse de ese territorio que se llama vida pública, fue: “Yo dejé a Carlos Goyanes y, ahora, Antonio Gades me ha dejado a mí”.

Después y hasta ahora, el silencio más absoluto. Entretanto, Antonio declaraba enfáticamente: “Marisol es la honestidad absoluta, educa a nuestras hijas en el compañerismo, en que no importa lo material, en que la riqueza es otra y nunca les habla mal de mí”. Y es cierto, ni una palabra de reproche hacia quien fue su luz y su guía (pero también su verdugo, según se ha escapado de los labios de Pepa Flores).

A veces le veo una luz triste en los ojos..."

Seguramente gran parte de lo que contamos aquí será desconocido para las tres hijas, que adoran la memoria de su padre. Mientras Gades se casaba con Daniela, fueron repartiendo sus bienes, el piso de Madrid, la casa de Altea –¡su paraíso!–, y los locales. Pepa se fue a Málaga. Anduvo a tientas largo tiempo hundida en una penumbra espantosa y levantó muy poquito a poco la cabeza cuando conoció a Massimo Stecchini, que se ha convertido en el compañero estable, cariñoso, entregado y generoso que supo restañar las terribles heridas que el abandono y la traición de Antonio Gades le produjeron.

Nunca volvió a hablar de él, ni siquiera cuando falleció, el 29 de julio de 2004. Murió en Madrid, pero fue enterrado con honores de héroe en el mausoleo de la revolución cubana y tiene a los pies de su sepultura un kalashnikov como símbolo de la revolución permanente y sus últimos zapatos de taconear cubiertos de bronce. Para Pepa, los trece años que pasó con él fueron fuego, luz, volcán, pasión y fruto.

El otro día lo dijo el propio Massimo: “Pepita está feliz, pero a veces le veo una luz triste en los ojos…”. Todos creen que es el recuerdo de su infancia horrible, pero yo pienso que más le dolió el filo traicionero de la espada que le clavó quien fue el gran amor de su vida.

A veces le veo una luz triste en los ojos..."

Seguramente gran parte de lo que contamos aquí será desconocido para las tres hijas, que adoran la memoria de su padre. Mientras Gades se casaba con Daniela, fueron repartiendo sus bienes, el piso de Madrid, la casa de Altea –¡su paraíso!–, y los locales. Pepa se fue a Málaga. Anduvo a tientas largo tiempo hundida en una penumbra espantosa y levantó muy poquito a poco la cabeza cuando conoció a Massimo Stecchini, que se ha convertido en el compañero estable, cariñoso, entregado y generoso que supo restañar las terribles heridas que el abandono y la traición de Antonio Gades le produjeron.

Nunca volvió a hablar de él, ni siquiera cuando falleció, el 29 de julio de 2004. Murió en Madrid, pero fue enterrado con honores de héroe en el mausoleo de la revolución cubana y tiene a los pies de su sepultura un kalashnikov como símbolo de la revolución permanente y sus últimos zapatos de taconear cubiertos de bronce. Para Pepa, los trece años que pasó con él fueron fuego, luz, volcán, pasión y fruto.

El otro día lo dijo el propio Massimo: “Pepita está feliz, pero a veces le veo una luz triste en los ojos…”. Todos creen que es el recuerdo de su infancia horrible, pero yo pienso que más le dolió el filo traicionero de la espada que le clavó quien fue el gran amor de su vida.Internet



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