Desde que era un niño siempre
he sentido un gran amor por el campo.
Su aire puro, su tierra fértil,
el aroma de los olivos
y los almendros en flor.
Las frutas y verduras
que solemos cosechar.
El calor del fuego de la chimenea
en invierno y del sol en verano.
El sabor de las comidas preparadas
a fuego de leña.
El canto del gallo
al amanecer
y el cacareo de las gallinas.
El sonido de los cencerros
del ganado mientras
corretea por el campo.
El aroma y el tacto del pino
que tenemos en el jardín plantado.
Pero, sobre todo, sentirse en contacto
con la naturaleza.
Y por eso para mí
el campo es algo más que todo eso.
El campo es también mi corazón.
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