Llorar por pena es positivo: el llanto ralentiza tanto la respiración como el ritmo cardiaco. Pero también porque lanza a los que nos rodean un mensaje rotundo, que se podría resumir como “lo admito, necesito ayuda”.
Esa es la tesis de Oren Hasson, biólogo de la Universidad de Tel Aviv (Israel), que dice que cuando las lágrimas nos nublan la vista nos volvemos más vulnerables. Llorando reducimos la agresividad y las conductas hostiles, y despertamos en los demás sentimientos de empatía que ayudan a cohesionar al grupo.
LA TRISTEZA ES LA EMOCIÓN MÁS DURADERA, Y LA ALEGRÍA, POR SU PARTE, ES LA QUE SE ACTIVA MÁS RÁPIDO. ADEMÁS, ES CONTAGIOSA; CUANTA MÁS GENTE ALEGRE NOS RODEE, MÁS FELICES SEREMOS. Maite.
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