jueves, 3 de noviembre de 2022

La velocidad a la que comes dice más de tu salud de lo que imaginas: un estudio lo confirma

 Comer despacio es una recomendación frecuente al momento de controlar mejor la calidad y cantidad de la dieta. Sin embargo, la velocidad a la que comes dice más de tu salud de lo que imaginas y un reciente estudio así lo demuestra.

Comer rápido puede perjudicar la salud cardiometabolica

No son pocas las investigaciones que señalan que a mayor velocidad de ingesta de alimentos, mayores son las probabilidades de sufrir obesidad con respecto a quienes comen a una velocidad normal o lenta.

Esto puede deberse a que nos saciamos menos si comemos lo mismo en menos tiempo, por lo que tendemos a ingerir más cantidad de comida a lo largo del día.

Si bien este estudio ha sido realizado en niños, no son pocas las  investigaciones previas que señalan que comer más lento puede resultar  en grandes beneficios para el organismo mientras que, ingerir alimentos a una gran velocidad se asocia a un mayor índice de masa corporal, indicador de una adiposidad superior en el organismo.

Pero más allá de esto, un reciente estudio realizado con más de 900 niños preescolares españoles evaluó la velocidad de la ingesta de alimentos en relación con diferentes factores de riesgo cardiometabólico como el índice de masa corporal, la circunferencia de cintura, el índice de masa grasa, la presión arterial, la glucosa plasmática en ayunas y el perfil de lípidos.

Los resultados muestran que en comparación con los participantes que se  alimentaban a una menor velocidad, aquellos que llevaban una alimentación rápida tenían un mayor riesgo de prevalencia de sobrepeso y obesidad así como también, mayor índice de masa grasa, presión arterial y niveles de glucosa en plasma en ayunas.

Igualmente, quienes comían a mayor velocidad tenían una menor adherencia a la dieta mediterránea respecto a aquellos que tenían una menor velocidad d  ingesta de alimentos.

Por todo esto, comer rápido puede ser un indicador de peor salud cardiometabólica, ya que se vincula con mayor adiposidad y múltiples factores de riesgo cardiovascular y metabólicos así como también, puede ser indicador de una dieta de inferior calidad.

Comer lento es un factor de protección frente a la ingesta excesiva de alimentos y energía. Si ingerimos menos energía es más fácil que se produzca ese déficit energético necesario para perder peso, razón por la cuál comer de forma lenta es útil para prevenir la obesidad o disminuir el peso corporal.

Una investigación concluyó que aquellos participantes que comían con una velocidad rápida (devoraban), tenían una probabilidad del 29% mayor de ser obesos, con respecto a los que comían a una velocidad normal.

Por el contrario, los sujetos que masticaban despacio cada bocado y comían de forma lenta tenían un 42% menos de probabilidades de desarrollar obesidad. Aunque la explicación fisiológica no está aun clara al completo, comer despacio puede hacer que nos sintamos llenos con menos comida.

Comer más lento nos sacia más

Con una ingesta acelerada de comida son necesarias porciones más grandes de alimentos, para que las hormonas intestinales que son las responsables del apetito nos digan que ya estamos saciados. Mientras que una tasa de alimentación más lenta induce la saciedad de forma más rápida.

La digestión es uno de ellos, ¿o es que acaso si nos persigue un león es necesario que nuestro sistema digestivo salive por si nos echamos a la boca un trozo de pizza? Se explica así que todos los procesos de digestión comienzan con la acción mecánica de la masticación.

Ese proceso es necesario para nuestra sensación de saciedad y la conexión con la capacidad del estómago que nos avisa cuando ya es suficiente. Pero si ingerimos comida en un ataque de ansiedad, apenas masticamos y no recibimos esa señal del estómago.

Además el tipo de alimentos elegidos suelen ser poco saludables. Solamente debemos pensar en algún momento de ansiedad en el que hayamos arrasado con un paquete de galletas, y compararlo a sentarnos y comernos una sola galleta con bocados pequeños y masticando suficientes veces.

Una revisión sistemática con metanálisis, el grado más alto de calidad científica, describe varias técnicas y estrategias para modificar la velocidad al comer. Sabiendo que comer más despacio puede ayudarnos a perder peso, son estrategias útiles de cara a ese objetivo.

30 minutos para comer

La crononutrición nos explica como establecer un horario habitual de comidas hace que nuestro organismo se adelante a la digestión, comenzando ya los procesos que se encargan de la misma. Fijarnos un tiempo adecuado, como pudieran ser 30 minutos, nos hace ser conscientes de la velocidad a la que comemos.

Utiliza cubiertos más pequeños y da bocados pequeños

Come pequeños bocados o con una cuchara pequeña, realizando entre 20 a 30 masticaciones por bocado y dejando la cuchara en la mesa entre bocados. Es una estrategia muy restrictiva y que puede ser desesperante, pero es muy útil si realmente queremos comer más despacio.

Sirve la comida en más platos y más pequeños

El estilo asiático utiliza muchos platos pequeños diferentes para servir la comida. Puede ser una herramienta útil también para ser conscientes de las cantidades y el ritmo al que comemos, pudiendo incluso dejar unos minutos entre platos.

Usa cubiertos vibratorios que te avisen si comes muy rápido

Existen utensilios como un tenedor que emite una suave vibración al detectar que estamos comiendo demasiado rápido. La aplicación de la tecnología a la nutrición puede ser también en genial aliado a la hora de comer más despacio y perder peso.

Todo lo anterior es más importante aún si eres hombre

Los hombres suelen comer más rápido que las mujeres. Es un dato observacional, por lo que su rigor científico no es el mejor, pero es otro de los datos a tener en cuenta para ir hacia una nutrición de precisión, teniendo en cuenta todos los posibles detalles.



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