jueves, 18 de marzo de 2010

Autobiografía de un coco





Nací en la copa de un árbol robusto, que había crecido en un suelo arenoso a lo largo de la franja de la costa. Desde mi atalaya disfrutaba de una vista fantátastica de cuanto me rodeaba.

Era muy feliz y me sentia muy orgulloso de ser un coco. Creía que mi padre era marabilloso, hasta que un oí que varios tarnseútes le maldecían a él y a toda la familia. Qué que calor hace hoy. Si al menos este maldito cocotero nos diera sombra. Odio los cocoteros. Esto hizo sentirme tan desgraciado que algo cambió dentro de mi. Cómo es que no lo havia visto antes. Realmente era feo, casi deforme. Me sentia avergonzado, y decidí que no dejaría jamás que nadie viera mi feadad interior. Por eso tejí a mi alrededor una capa de materi áspera, peluda,de color pardo, desagradable al tacto, para que nadie se atreviera a tocarme. Odiaba que me tocaran o acariciaran.

Al cabo de una semanas que pasé deprimido meditando sobre mi desgracia y sin apenas hablar con mis hermanos y hermanas, me vi de repente sorprendido por un impetuoso temporal, Todos éramos sacudidos violentamente y, aterrado me agarré a mi padre, temiendo ser arrancado del árbol. Pero todo fue inútil. Perdí el control y sentí que era arrojado con vehemencia hacia abajo, en el oscuro vacío, Me encontré aturdido en el suelo, magullado y dolorido por el golpe. Solo y temblando de niedo, pensé que lo unico que me qurdaba era esperar la muerte. Evidentemente, havia sonado mi hora, cuando un grupo de aquellos transeúntes odiosos se acercó a mí. Mas qué sorpresa grata fue para mi oír que uno de ellos decia. Mira qué coco tan bonito. Realmente es una suerte. Sin apenas dar crédito alo que oía, sentí que me lebantaban y me agitaban junto al oido de un joven.Su nariz comenzó a olerme y sus labios murmuraban , ditigiéndose a mí. Qué c0co ta fresco, dulce y sabroso debes ser. Me alegro de veras de haberte encontrado.

Cómo. Como yo fresco y dulce. Tenia que a ber algún error. Ciertamente, yo no era más que algo estúpido, y deforme. feo e insípido. El muchacho comenzó a darme golpes con una piedra. Unos más tarde más se escuchó un fuerte chasquido y senti que me partían en dos. De de mis heridas comenzó a rezumar un jugo y, con gran sorpresa mia, el chico y sus amigos intentaron beberlo. Por sus gestos de satisfacción podía podia decir que estaban disfrutando. Ellos comentaban lo dulce y fresco que estaba.

Mi mayor sorpresa fue cuando, después de separar pharte de mi corteza, arrancaron algo de mi interior. Era Era inmaculado. Mi iterior, era hermoso y evidentemente disfrutaban comiendo.

La gente me quiere. exclamé. No soy feo ni inutil. Por favor os lo ruego, comedme.Comedme todos. Que satisfacción proporcionar placer a personas que an echo que al fin creyera en mi mismo.

Sugerncias generales
Mensajes de la parábola

Decubrir nuestras riquezas interiores.
Acrecentar la estima propia.
Por qué tenemos una pobre imagen de nosotros mismos. Descubrir los mecanismos de frustración emplados para descubrir partes de nosotros mismos.
Mejorar nuestra imagen.

Ideas y aplicaciones de la parábola.

Todos nos parecemos al coco tesoros ocultos bajo un exterior áspero.
Desconfiando de su riqueza interior, la gente endurece su aparencia externa para proteger una pobre imagen de sí mismo.
Dios ha echo a cada uno único, hermoso y precioso. Estamos en un error al hacer que la gente se sienta incompetente atendiendo meramente a las pautas arvitrarias de la sociedad. Los niños no nacen jamás con complejos de inferioriedad, sino que se los imponemos nosotros.
La opinión de los demás sobre nosotros no influye más de lo que creemos.
No somos actores ni actuamos. Somos más bien reactores que reaccionan.
Dejamos que nos configuren los demás, la sociedad y las influecias exteriores.
Si los demás no creen en nosotros, no creeremos en nosotros mismos.
El temor a ser rechazados por los demás dirige el rechazo de nosotros mismos.
Sólo desde fuera se puede poner en marcha el proceso de mejorar nuestra imagen. Es preciso que alguien crea en nosotros para que creamos en nosotros mismos.
Nuestra fealdad es una falsa fachada, que tiene por fin mantener a los otros a distancia.
El miedo a que nos hagan daño nos lleva a construir murallas que son parte de nosotros mismos y que pueden desmoronarse.
Si nos rechazamos a nosotros mismos, cómo esperamos que nos acepten los demás.
Lo que más nos hiere no es rechazo de los demás, sino el miedo a que su confirme nuestra indignidad. Buzon del tiempo.
sole.

No hay comentarios:

Publicar un comentario