domingo, 11 de noviembre de 2018

Cuando los atascos sevuelven insoportable

Antes, cuando creíamos que las únicas muertes por culpa del tráfico eran las de los accidentes, vivíamos más tranquilos. Bastaba con conducir con precaución, evitar a los pirados y tener un poco de suerte. Sabíamos cuándo y cómo alguien había desaparecido para siempre ­–veíamos el coche reventado, las sirenas de las ambulancias, las camillas– y estábamos casi seguros de que no nos tocaría a nosotros. Esa extraña tranquilidad es historia.
El motivo es que ya no se percibe claramente el momento en el que a alguien le está tocando la bola negra, porque la amenaza ni es espectacular ni genera un dolor tremendo e instantáneo. Con absoluto sigilo, las emisiones de los vehículos en los atascos segaron la vida de más de 3.000 personas al año a principios del siglo XXI en Estados Unidos, según un estudio de la Universidad de Harvard. En estos momentos, la contaminación del aire que producen sobre todo los atascos está acabando con la vida de 9.500 vecinos de Londres cada doce meses. Los números de París, con niveles semejantes de polución, son probablemente igual de devastadores.
Esa lacra también afecta a los países emergentes. El Instituto de Salud y Sostenibilidad de Sao Paulo ha documentado el fallecimiento prematuro de 4.655 residentes en 2011 debido a la contaminación del aire, que proviene principalmente de las emisiones de los vehículos durante las aglomeraciones. Esto significa que es cuatro veces más probable morir intoxicado simplemente por respirar en un atasco que por un accidente de tráfico.
Pero qué es exactamente lo que nos mata y hace enfermar en los atascos? Básicamente, que estamos mucho más tiempo en la carretera tragando humo, que las emisiones tóxicas que respiramos están mucho más concentradas (su dispersión depende de la velocidad de los vehículos y desciende cuando avanzamos muy lentamente) y que los frenazos y acelerones pueden llegar a multiplicar por dos, tres y hasta cuatro las emisiones tóxicas de los vehículos. Como indican los investigadores Kai Zhang y Stuart Batterman, el riesgo de contraer enfermedades ligadas a la contaminación del aire se dispara en las horas punta y no solo afecta a los pasajeros de los coches, sino también a las poblaciones próximas a las vías donde se forman las colas.Estos son los lugares de Europa donde es más fácil morir y enfermar esencialmente por culpa de los atascos con la ayuda de las emisiones de calefacciones e industrias próximas: Londres, Stuttgart y París gracias al dióxido de nitrógeno; muchas de las principales polacas en el capítulo de las PM2,5; y, si hablamos de ozono, Italia se lleva la palma con localidades como Terni, Benevento o Siracusa. Ni Barcelona ni Madrid aparecen entre los diez núcleos urbanos más preocupantes en ninguna de estas tres categorías según la Agencia Medioambiental Europea, pero sí han sobresalido hasta este año por su pasividad ante un problema tan grave.
Richard Fuller, presidente de la plataforma medioambientalista Pure Earth y con experiencia en México, cree que, para remediar esta situación e impedir más muertes en los países emergentes, no hay atajos: «Es imprescindible que se instalen buenos equipos para controlar la contaminación, que se mejore la calidad del combustible, que se introduzcan catalizadores [unos componentes del motor que ayudan a reducir la emisión de gases], que se acelere la transición hacia el vehículo eléctrico, que se limiten los atascos y el acceso a los cascos urbanos y que descienda el número de motos viejas».
Resultado de imagen de fotos de atascos


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