miércoles, 18 de julio de 2018

Ducha

Imagen relacionada Llegar a casa, quitarse la ropa, descalzarse y darse una ducha… No hace falta un tratado de medicina para saber que ese sencillo gesto relaja hasta al más nervioso. Pero tiene su base científica. “La temperatura periférica es clave en la entrada y salida del sueño. Bañarse con agua caliente (38 °C o más) antes de dormir provoca vasodilatación, incremento de la temperatura periférica y transición a la fase de somnolencia”, comenta Ortega. En otras palabras: predispone a coger la cama con ganas.
Y, encima, aseados. Física y psicológicamente. Como señala la doctora Coloma, es un gesto íntimo que pone fin a la jornada, dejando atrás cualquier problema que nos haya molestado a lo largo del día. ¿Y qué hay del cuerpo real? “La producción de sebo tiene su pico en torno al mediodía. Obviamente, a lo largo de la jornada también se acumula sudor y suciedad ambiental. Ducharse antes de meterse en la cama deja sensación de bienestar, ayuda a la piel a renovarse sin tener un tapón de grasa y suciedad y, de paso, contribuye a que las sábanas duren más tiempo limpias”, recuerda Ana Puelles Lostao, directora técnica de Estética Lostao.
En resumidas cuentas, no hay una opción mejor: ambas tienen sus hondos beneficios. Y el único motivo poderoso para elegir la mañana en lugar de la noche es que el proceso de adaptación a la vigilia nos resulte demasiado complicado. Eso sí: el agua fría o templada; al anochecer, sí conviene elevar los grados

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